2015/09/27

EL OBSEQUIO

Con ceñuda expresión, he aquí lo que el rey comenzó diciéndole a la reina, Estoy dudando, señora, Qué, mi señor, El regalo que le hicimos al primo maximiliano, cuando su boda, hace cuatro años, siempre me ha parecido indigno de su linaje y méritos, y ahora que lo tenemos aquí tan cerca, en valladolid, como regente de españa, a un tiro de piedra por así decir, me gustaría ofrecerle algo más valioso, algo que llamara la atención, a vos qué os parece, señora.

Esos párrafos, con tan peculiar estilo y ortografía, se encuentran en la primera página de “El viaje del elefante”, una de las últimas novelas del portugués José Saramago.

Al final le ofrecen un elefante, y la novela narra las ingeniosas peripecias del viaje para materializar el regalo.

Hace unos días acudiste al un taller mecánico para una sencillísima operación de mantenimiento del coche, que no te atreviste a acometer porque en estos coches contemporáneos tienes que pasar por boxes casi hasta para cambiar una lámpara.

En esa tarea emplearon su tiempo, pero no te cobraron más que la pieza, y anduviste lento de reflejos para obsequiar con una propina más sustanciosa que la ridiculez que  dejaste, así que estás pensando cómo puedes compensar rápidamente aquel lapsus, sin llegar al extremo del elefante, que ocasionaría un grave problema logístico al taller y a los diligentes operarios 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es de bien nacido... el mejor regalo es que vuelvas otra vez y se lo puedan cobrar. Y a lo peor por una lámpara te cobran todo el reflector, la óptica entera. En un taller de confianza me cobraron el cambio de bujías que yo mismo le había cambiado la semana anterior. No he vuelto a ese taller