2006/12/16

MUERTE Y ESTADÍSTICA

Un anciano de 89 años estrangula a su mujer, de 80, enferma de Alzheimer, y luego se suicida.
Los vecinos que los conocían declararon que de ninguna manera esa desgracia se podía encuadrar dentro de la categoría “violencia doméstica”. Si niegan, necesariamente habrá habido alguna duda, porque la prensa lo habrá aventurado y se lo habrán preguntado o porque alguien lo habrá insinuado. Por las declaraciones de los vecinos, está claro que fue así. En los vídeos de EL COMERCIO http://canales.elcomerciodigital.com/extras/canal10tv/index.htm solo incluyen la respuesta de Placer, la peluquera, conocida de la casa, de la mía quiero decir, que asegura que no. Pero el propio canal local termina con el siguiente comentario: “Los investigadores que llevan el caso están tratando de determinar si existían denuncias previas de la víctima por malos tratos”.
El periodista quiere que se encuadre como violencia doméstica. Es la vieja táctica “No está confirmado que…” pero quieren decir que ya se confirmará. Una vez más, su triste labor de no dejar que la realidad les chafe un titular.
El propio Delegado del Gobierno, con gran cautela, manifestó que era difícil considerar este caso como de violencia doméstica y lo dijo con gran precisión en el lenguaje. Un amigo Guardia Civil dice entre su gremio llaman al Ministro del Interior Alfredín el Listín y al Delegado del Gobierno, Trevín el tontín. Es cierto que las facciones del Delegado no son las del típico despierto, pero estas declaracioes son muy precisas. ”en el contenido de las cartas hay multitud de circunstancias que harían injusto referirse a este suceso como un crimen de violencia de género”.
Ahora bien, ¿Quién va a contar una a una las muertes para determinar si esta la cuentan o si cuentan dos? Contará, la estadística no anda con matices.
En una ocasión fui a quejarme al Hospital de alguna tardanza o alguna atención defectuosa a mi padre. Me senté. La chica que me atendió tenía un bolígrafo en la mano y un papel en la mesa. Empecé a hablar. Ella no decía nada. Más o menos, al minuto, despertó de su concentración para decir: “Ah, un retraso en la cita” y puso una cruz en la casilla correspondiente del impreso que tenía que cumplimentar.
Sin duda había cumplido su objetivo, que no sería resolver nuestro problema sino encuadrar cada caso debidamente y posiblemente al fin de mes o de la semana, preparar la estadística.
Me río, pero a veces me pasa a mí con mis propias estadísticas. Venga dar vueltas sobre si una determinada deficiencia la imputas al diseño de la máquina o a su uso indebido, y cuando en un mismo escrito se quejan de dos cosas, ¿cómo lo clasifico? porque, claro, si determinada categoría se pasa de un número tolerable dentro del mes, hay que actuar. De manera, que en caso de duda mejor teledirigir las quejas dudosas hacia epígrafes que se sabe que no sobrepasan ningún umbral.
Y los muertos, muertos.

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