LECTURA DE LA PRENSA. FRIVOLIDAD SIDRERA
O una nimia entrevista a Julián García Vargas, que fue ministro socialista de Defensa, y más que quedarse uno con lo que dijo (a estas alturas de perplejidad no se extraña uno de nada y le paree bien todo y lo comprende todo) se fija en el pin que luce. Nada anormal, pero pasarán lustros hasta que se normalice el uso de la bandera constitucional. Bueno, tampoco le queda mucho tiempo a esta bandera.
O una nimia y nueva sanción vial: el agravamiento de la penalización por incumplir las distancias de seguridad. Tocando madera, pero no conoce uno ningún caso de que se haya sancionado tal comportamiento. Y no porque no lo vea uno necesario.
Leyó uno por encima varios medios nacionales y regionales y, y sin embargo, se fija hoy en la revista LA SIDRA. Uno le echa a veces una ojeada si la encuentra en el revistero de algunos chigres a falta de otra lectura. Hace tiempo que llama a uno la atención cómo es capaz de sobrevivir una revista de muy cuidada edición, extraordinario papel, entretenidos artículos que le ponen a uno al día de todo lo relacionado con el mundo sidrero: reportajes de sidrerías de reciente apertura o bien añejas, gastronomía clásica o de maridajes innovadores, coleccionistas de etiquetas, bolsa de trabajo, concursos de escanciado o de fotografía, sidras de otros mundos, libros o publicaciones alrededor de la manzana, fotos antiguas, técnicas de tratamiento o de elaboración. Van por el número 215, que no es moco de pavo, pero lo que sorprende es que pese a que parece que no queda reportaje por hacer, cada número destaca por contar con informaciones nuevas.
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Por seguir la costumbre, comienza uno con el sondeo semanal de uso de mascarillas. Parece que se consolida la evolución de las semanas precedentes. ¿Cuándo volveremos a ver cerradas las tapas de los contenedores de los distintos residuos? La inercia es un mastodonte de difícil manejo.
Lee uno en La Voz de Asturias un artículo que reproduce el mismo de La Voz de Galicia, que lleva por título “Historiadores ante la guerra”. Habla el articulista de unos historiadores casi adivinos. Entre los muchos historiadores que, además de explicar el pasado, pronostican el futuro, sin duda habrá algos acertantes, en particular si se distinguieron por su verborrea. La Historia es demasiado extensa como para poder aprenderla y aprehenderla. La historia se está reinterpretando constantemente. Bien está conocer los hechos y las posibles causas, pero desconfiando un poco de lo que se lee. Se ve ahora con Ucrania, se ve con frecuencia con la llamada conquista de América, a la que habrá cambiar el nombre, pero lleva muchos años en nuestras cabezas y es fácil de recordar así, al menos para los de esta generación. Aquí está el artículo. El mismo reconoce que no siempre se acierta.
A un hecho histórico que tiene absolutamente olvidado, si es que supo de él alguna vez, se refiere, en la parte final, el suelto de Pedro de Silva, al hilo de Putin y Puigdemont. Se refiere a la actuación de Pau Claris, que nació en el año 1586, para que nos hagamos una idea de cuándo parten algunos agravios históricos, concretamente cuando Francia se quedó con el Rosellón, perdiéndolo al unísono Cataluña y España. https://es.wikipedia.org/wiki/Pau_Claris
Por cierto, que buscando información sobre este asunto, la web elnacional.cat titula así la entrada: “El Tratado de los Pirineos: Francia y España mutilan a Cataluña”. Interpretación histórica.
Javier Melero escribe en La Vanguardia un artículo “Cobardes y traidores”, con esta entradilla: Unos europeos matan a otros europeos por razones que en pocos años habremos olvidado. Casi mejor a efectos de los rencores.
Estos días estamos refrescando algunos hechos muy lejanos, pero otros que se produjeron desde la desintegración de la URSS, y en particular el acercamiento o intento de acercamiento de Ucrania a Occidente, propiciado por Estados Unidos quizá para plantar cara a Rusia. Repasa algunos hechos Juan Tapia, que se pregunta, sin respuesta, si visto lo que pasa en Kiev fue un error admitir en la OTAN a Letonia, Estonia y Lituania. Como se escribieron y se escriben tantas cosas, seguramente alguien lo habrá advertido, pero otros muchos habrán escrito lo contrario. Siempre hay alguien que acierta algo, pero no todo. La historia no es fácilmente predecible. Abstenerse los de ‘ya lo decía yo’. Eso, ¿lo de Lituania, Estonia y Lituania estuvo bien o no? Hay que responder ahora, no dentro de equis años cuando se conozca lo que vaya ocurriendo.
Es difícil acercarse a la historia, (y a muchos saberes) sin prejuicios, lo primero porque la capacidad de comprensión del común de los mortales es muy limitada. No se puede saber todo de Ucrania, ni de la atomización de los transportistas, ni del precio marginal del gas, ni del funcionamiento técnico de los ciclos combinados, ni de los mercados de futuros, ni de los intríngulis de las administraciones, ni de los fosfatos subsaharianos, ni de las inmersiones lingüísticas. Puede colocarse aquí la viñeta de Peridis en El País con Sánchez hecho un lío. Hace falta una gran dosis de honestidad intelectual para partir de cero en los análisis. Lo normal es inclinarse por aquellas teorías que uno pueda comprender mejor dentro de la complejidad de muchos asuntos, o la que se acerque a alguna realidad que uno conozca, lo que le permita establecer un parecido (a lo mejor erróneo). Y con todas estas dudas, nos acercamos a la urna y depositamos el voto.
De historia ferroviaria (y sus triste presente) trató la charla de Angel de la Fuente en LNE. Una pena que los amigos del ferrocarril no hayan llegado nunca a puestos de gestión. Mucho mejor para su estabilidad emocional, porque ¿qué será peor, ver el deterioro de lo que añoras, o no poder hacer nada cuando, recién nombrado, ves que no tienes presupuesto para aquello que defendiste desde fuera? ¿Dimitir en ese caso?
Unos hablan con pena de un ferrocarril moribundo. Otros hablamos con la misma pena de los chalets de la Fábrica de la Vega, que alguien estará deseando que se vengan abajo. Después vendrán las lamentaciones, pero a los responsables de patrimonio no les faltarán razones contables para celebrar la ruina de los edificios.
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