LECTURA DE LA PRENSA. LA COMPASIÓN
A falta de grandes novedades en la prensa diaria (`parece que está todo dicho y que solo cabe repetirse), echó hoy una ojeada a El País Semanal, donde encontró algún artículo destacado, por ejemplo, el de Rosa Montero, que incide en el valor unívoco de la compasión. No hay matices cuando uno habla de compasión. No ocurre lo mismo con otras grandes palabras, como libertad, igualdad o justicia.
En el mismo número Martín Caparrós medita sobre la palabra guerra y lo que significa, la frustrante pero imprescindible simplificación de las ideas cuando hay que optar por ji o por ja porque no hay términos medios. Quien no está conmigo está contra mí.
Así y todo, entresaca uno una frase de Enric Juliana en su comentario de La Vanguardia: un día la izquierda lamentará no haberse manifestado ante la embajada rusa.
También la columna de Cristina Monge en El País: “La práctica totalidad de la población española nunca ha vivido una guerra. Más aún: en las últimas décadas los asuntos militares habían ido quedando orillados en las preocupaciones sociales y en la conversación pública. Quienes tienen menos de 50 años apenas han dedicado lecturas, formación ni debates a la estrategia militar, la tecnología bélica o la economía de guerra ¡Afortunadamente! Ahora, la invasión de Ucrania nos sumerge en esa conversación, para la que no estamos preparados, entrenados ni armados”. A esto penúltimo quería ir uno. ¿Llegados a este extremo, tiene más peso la opinión de quien realizó el servicio militar que quien no lo hizo? Pues depende, uno cree que en la mayor parte de las ocasiones, el soldado es una pieza tan insignificante del engranaje, que le falta visión de conjunto para poder opinar con algún rigor. Si lo que pesa en la opinión son las sensaciones, ahí están empatados el que hizo el servicio militar y el que libró.
Esto le da pie a uno para enlazar con una tontería de la prensa diaria. Al hilo del aumento progresivo estos últimos años de las matrículas en la carrera de Filosofía, un comentario paradójico: “A diferencia de lo que ocurre en otras carreras, estos graduados suelen evitar denominarse filósofos cuando acaban sus estudios”. Es cierto, los demás sí se autodenominan químicos, biólogos, físicos o filólogos. A uno, por cierto, recién aterrizado en la mili le llamaban el seminarista, estaba claro por qué.
Por si la mujer de uno tuviera la paciencia de leer hasta aquí, que esté tranquila por ese traje de la boda. Está invitado uno a una boda próxima. La duda es si aprovecha un traje que utilizó hará tres años cuando pesaba algo más que ahora. Se lleva la ropa holgada según lee uno en las páginas de moda de El País Semanal. Véase la foto.
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LECTURA DE LA PRENSA. OPINANTES (COMO UNO SIN IR MÁS LEJOS)
Uno lee generalmente la edición de Oviedo de La Nueva España, pero este periódico tiene varias ediciones, que mantienen inalterado el grueso de las páginas, introduciendo informaciones específicas en la edición de las comarcas a las que especialmente se dirigen. Como uno está suscrito a la edición en PDF a veces le da por echar una ojeada a lo que se pueda publicar de Grandas de Salime o de Salinas en sus respectivas ediciones. En estas páginas de las ediciones locales, como es lógico, se habla de su zona, pero en ocasiones se incluyen artículos de opinión a cargo de los corresponsales u otras firmas de la zona. Estas opiniones, insertadas, como se dice, en las páginas que hablan de las comarcas, las más de las veces se refieren a cuestiones de política general o internacional: el ascenso de Vox, la guerra de Ucrania, datos internacionales de la pandemia. No entiende uno qué interés puede tener el lector en lo que piense el corresponsal de Infiesto respecto de los bombardeos en Kiev. Sí tendría uno interés en que opinara del aspecto de los tenderetes de la venta de avellanas en los mercados dominicales de la zona; o que los firmantes de las páginas del Caudal opinaran sobre la limpieza de la cuenca hidrográfica del río Aller, pero no sobre las plantaciones de girasol en la llanura ucraniana. (Claro, que menos interés tiene todavía lo que pueda pensar Luis Simón Albalá de la energía eólica o del sistema 4-3-3).
Cuenta de refilón Julio Llamazares en su artículo “Los cementerios bajo la luna”, la impresión de dos cementerios muy próximos en las afueras de Luxemburgo, en uno están sepultados soldados americanos, en otro soldados nazis. El cementerio americano luce impoluto, con cruces blancas alineadas sobre un césped cuidadísimo, por contraposición a las abandonadas tumbas de los alemanes, “con cruces de hormigón sombrío, pues nadie se encarga de mantenerlo”. Y, sin embargo, fueron todos soldados a quienes seguramente nadie les preguntó con qué bando querían luchar, simplemente aparecieron en la lista y tuvieron que marchar al frente. En la guerra española, salvando una minoría que tuvo la oportunidad de alistarse con uno u otro ejército, o incluso cambió de bando, la inmensa mayoría luchó donde la suerte o la desgracia se lo indicó, y eso condicionó su vida durante muchos años si tuvieron al fortuna de sobrevivir. Muchos años después, algunos pudieron analizar fríamente las circunstancias y pensar que lucharon con el ejército bueno o, por el contrario, con el bando equivocado, pero la búsqueda de la objetividad no está al alcance de cualquiera. Está pensando uno ahora en los soldados rusos. Es fácil que la mayor parte estén con su líder, pero quizá una minoría no lo esté, y sin embargo, tenga muy difícil intentar la deserción.
La huelga de transportistas está dejándose sentir en la industria y en el comercio. La prensa local habla de la falta de producto fresco o de fresas o de mariscos, o de piensos y forraje. Uno, como consumidor, intentará no dramatizar, si falta un producto procurará arreglarse con un sucedáneo o con un sustitutivo.
El psiquiatra Luis Jiménez Treviño habla en LNE de la tristeza y de la depresión. “Cada vez es más frecuente escuchar a la gente decir ‘estoy deprimido’ en lugar de ‘estoy triste’, y esta errónea identificación entre tristeza y depresión hace que se acaben medicalizando emociones que, aunque no son agradables, son normales y deben afrontarse con los propios recursos psicológicos de los que disponemos los seres humanos. El resultado es una excesiva prescripción de psicofármacos para paliar los efectos de los problemas de la vida". ¿Qué más se puede añadir?
De El País se fija uno en dos artículos que ayudan para caer del guindo, uno es el editorial, que lleva por título “El gasto en defensa. España asume su responsabilidad y sus compromisos con la OTAN para frenar la amenaza antidemocrática de Putin”. El otro, es un artículo de Kiko Llaneras titulado “El CIS de Tezanos no tiene solución y detalla cómo sistemática viene sobrestimando la suma del voto de los partidos de izquierda. Y eso se escribe en El País.
En varios medios se publicó la noticia de la condena a Adif a pagar 176.000 euros a los padres de una niña de tres años que murió arrollada por un tren en la provincia de Málaga. Le gustaría a uno acceder a la sentencia completa, pero de momento tiene que conformarse con lo publicado en la prensa. Quizá la noticia más completa sea la de Málaga Hoy. https://www.malagahoy.es/.../Condenan-Adif-pagar-padres... Después de lamentar la tristísima muerte de la niña, que es lo primero, uno cree que alguna vez los jueces tendrán que meditar acerca de a qué sociedad nos están abocando, a la exención absoluta de la responsabilidad individual (en este caso de unos padres, en otra de cualesquiera otras personas) para buscar siempre algún culpable colectivo, a poder ser un culpable colectivo con posibles. Habría que ver el caso concreto, pero por lo que uno conoce, no siempre es posible controlar en el acto ni visionar de inmediato unas grabaciones superprotegidas por una normativa absolutamente exagerada de protección de datos personales, que permite visualizaciones en directo pero no en diferido. La suspensión gubernativa del tráfico ferroviario debería ir acompañada de la exención de responsabilidades económicas a las empresas ferroviarias, lo que se traduce en que los ciudadanos particulares deberían soportar sin derecho a indemnización los retrasos y las incomodidades generados por una medida de ese tipo, en el bien entendido de que ha de primar el bien superior del respeto a la vida. Si se quiere que sea así, hay que decirlo claramente.
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