2022/01/29

DE FACEBOOK (Días 24 y 25)

LECTURA DE LA PRENSA. CLAVES
José Luis Balbín carga contra ‘Las claves’, el nuevo informativo semanal del periodista Javier Ruiz al entender que se aprovecharon del prestigio de su mítico programa ‘La clave’, que uno siguió durante años. Dice El Mundo que TVE se acercó a Balbín para que cediera el nombre de ‘La clave’ para el nuevo programa de Ruiz, pero que lo rechazó de plano para mantener la pureza inmaculada del recuerdo. Ruiz es un periodista omnipresente, tan pronto aparece o aparecía en la radio como en la televisión. Es un mago del grafismo, prepara mucho los programas y su entonación resulta convincente, si no fuera porque acaba siendo cansina de tan trabajada. Uno leyó hace algún tiempo el “Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica”, que dedica un párrafo al acento en los medios orales de comunicación. El libro lo clava en el caso de Javier Ruiz porque Javier Ruiz habla exactamente así, pero también otros como Matías Prats o, Rosana García Palacio, de TVE1 Asturias, a la que uno prefiere al resto de compañeros presentadores del estudio, demasiado planos.
Ya que de periodistas hablamos, LNE recupera una historia de hace 36 años, cuando varios escolinos adolescentes de Bimenes realizaron unos reportajes sobre distintos aspectos de la comarca como trabajo escolar. LNE entrevista a nueve de ellos, aporta una foto, una pequeña reseña de su vida y la profesión. Adivinanza: ¿a juzgar por su aspecto exterior, sabríamos a qué se dedica cada uno de los nueve? Los relaciona uno con un poco de humor: Un/a piloto/a de avión, cuatro/a Ingenieros/as, un/a Peluquero/a, un/a Periodisto😊/a, un/a Administrativo/a, un/a Fisioterapeuto😊/a.
Por hablar del lenguaje inclusivo, le hizo gracia la coda con la que termina un columnista su crítica a la desmesurada digitalización, no solo en la banca, sino en las Administraciones públicas y en las relaciones comerciales en general: “nos abruman con una lenguaje inclusivo ridículo, pero toleran un lenguaje administrativo excluyente que deja al ciudadano indefenso”.
Las imparables modernidades abarcan a todos los ámbitos comerciales. Mismamente hoy salió uno a comprar el pan ¡a una franquicia lenense! ubicada en Oviedo muy cerca de casa y el pago no lo hizo al dependiente sino a la máquina. Uno nunca había operado con ella y se mostró un poco inseguro. El empleado (por su ropa de calle podría ser accionista) aclaró: “si la máquina no protesta, está bien”. En otro supermercado de la zona, que uno frecuenta más, automatizaron la panadería en plan sírvase Vd. mismo. Como todo, al principio se encuentra uno dubitativo, pero luego se acostumbra. Ahora bien, es posible que haya ciudadanos que no se acostumbren a este autoservicio y prefieran acudir a una panadería donde les sirvan bajo demanda, les cobren y les den algo de conversación. Hasta que estos se acaben también por automatizar. En lo tocante a la fruta, hay variedad de dispensaciones: en unos establecimientos se sirve el cliente escogiéndola y palpándola, en otros es el dependiente o el dueño el que la coge. Hay de todo en la viña del Señor. A veces te meten una pieza mayuca, en otras uno mismo ve que las dañadas las retiran. En las del autoservicio, el propio cliente va haciendo la selección natural y alguien de la casa acabará por retirar los sobrantes que nadie lleva. Es cuestión de números y rentabilidad.
De la adición a los móviles trata un reportaje en El País con el metafórico rótulo “Dale otra calada al móvil”. Destaca cómo según algunos, las tecnológicas diseñan este producto para que enganche con técnicas que recuerdan a los métodos de la industria del tabaco. El caso es que uno cree que no está tan enganchado, cuando lo cierto es que no deja el móvil ‘ni para mear’ y no es tanta exageración. Sin embargo, uno cree que si lo lleva a todas partes es porque es realmente imprescindible: uno lo tiene para estar informado, para entretenerse, para estar conectado con la familia, con los seres queridos. Lo cierto es que uno siente sensación de desamparo si sufre una vería o un olvido, pero uno conoce un caso de un antiguo compañero, hombre habilísimo con los ordenadores (incluso con los teléfonos móviles, aunque prescindió de las funciones avanzadas ya que lo utiliza solo para llamadas) que sigue sin WhatsApp. Hay gente pa tó, en frase atribuida al torero Guerrita, cuando le presentaron a Ortega y Gasset y le dijeron que su profesión era la de filósofo.
Para antiguo Don Agustín, tu apreciado profesor de latín, pero a veces se mete en charcos y sale escaldado. Véase si no, el cruel artículo que le dedica un hijo de Malinowsky como réplica o apostilla a un artículo de don Agustín.
Don Agustín reinterpretó a su manera sus vivencias y recuerdos con Malinowsky, Oscar Alzaga reinterpreta los suyos, y uno hace lo propio. Alzaga fue un fugaz Catedrático de Derecho Constitucional en Oviedo. De hecho, era el titular de la asignatura. Pasó muy poco por clase porque se dedicaba sobre todo a la actividad política. Evoca en entrevista a LNE que a sus alumnos les contaba los cotilleos de aquel momento crucial para España. Uno no lo recuerda, pero sí que Alzaga acababa de escribir un Manual de Derecho Constitucional, de lectura ‘muy aconsejable’ para aprobar la asignatura. Uno tiene el recuerdo de que era un libro malísimo.
España no debe embarcarse en aventuras bélicas. Bien. ¿Algún estado debe embarcarse en aventuras bélicas? ¿Alguna de las guerras en las que alguna vez intervino España estuvo justificada? La lista de guerras que uno puede constatar en Wikipedia es abrumadora, la mayor parte absolutamente desconocidas. https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Guerras_de_Espa%C3%B1a
La verdad es que al haber sido España un imperio, muchas de ellas se desarrollaron en el exterior o para mantener las conquistas ante el avance de los autóctonos. Demos por bueno que todas esas guerras sobraban porque éramos los invasores. ¿La llamada guerra de la Independencia sobraba también? ¿Hay guerras justas?
Dice la actriz Cate Blanchett: “Vivimos en un mundo en el que impera el populismo”. ¿Y cómo es el vestido que luce?

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LECTURA DE LA PRENSA. ALMA ESPAÑOLA Y ALMA AMERICANA
Cuando uno se inició en el mundo de la Calidad le llamaron la atención una serie de conceptos novedosos que no había estudiado en ningún sitio. Uno espatuxaba contra ellos, pero eran una moda que se imponía avasalladoramente y resultaba inútil cuestionarlos. Uno de esos conceptos era el de la ‘revisión del contrato'. ¿Y qué es eso de la revisión del contrato en contra de lo que parece a primera vista? Es posible que sea una pésima traducción del inglés, pero en realidad es re-mirar el contrato o, al menos, los elementos básicos, como son las cantidades y el precio. El ejemplo más básico se produce cuando uno se sitúa a la cola de McDonalds y pide: dos hamburguesas dobles con queso, unas patatas, unos fingers de pollo, dos helados, dos cervezas, y el dependiente repite: dos dobles con queso, unas patatas, unos fingers, dos helados, dos cervezas. En una taquilla de Renfe, cuando las había, sería cuando el viajero decía: un billete a Villabona ida y vuelta, y el taquillero repite “Villabona ida y vuelta”, dieciocho pesetas, pero lo de 'Villabona ida y vuelta' no lo decía, con el precio iba que chutaba. Otro ejemplo actual sería cuando cobran en Mercadona y dan la vuelta: “Me da Vd. cincuenta euros. Le devuelvo siete con cincuenta y ocho”, aunque uno cree que en este caso es porque las conversaciones de caja son grabadas para constancia. Todo esto viene a cuento de una entrevista que hacen en La Vanguardia a Erin Meyer, consultora o algo así, que enseña a negociar a miembros de diferentes culturas. Dice: “En Estados Unidos hablan para que les entiendan; en España, teorizan”, y en el detalle de la entrevista cuando le pregunta por la diferencia entre españoles y estadounidenses señala: “Los americanos van al grano y, en cambio, a los españoles les gusta teorizar y disertar antes de ir al grano; después los estadounidenses repiten lo esencial para asegurarse de que lo has entendido y te lo repreguntan. Pregunta: ¿Y los estadounidenses repiten lo obvio? Respuesta: Están focalizados en que entiendas lo que quieren decir y no tanto en lucirse. Eso les hace parecer a veces ingenuos, simples o pesados. El éxito para el estadounidense es que lo entiendas, para el español, el triunfo es que lo valores y hasta que lo admires. FIN. Tantos años dedicados al mundo de la Calidad sin caer en la cuenta de que eso de la re-visión era una consecuencia de la psicología americana. ¿De que lado se apunta uno, del español o del americano? La respuesta está, no en el viento, sino en este enlace https://www.youtube.com/watch?v=faiDjK0uH9M
En La Vanguardia lee uno una noticia destacable: bicis y patinetes causan el 40% de los atropellos en Barcelona. Son muchísimos, pero habría que ver cuál es el volumen de tráfico que representan en relación con el conjunto de los medios de transporte. Y también habría que considerar la gravedad. El número de bicis o patinetes o motos o coches o autobuses no es relevante al referirse a las estadísticas de transporte. El concepto adecuado, aunque suene ridículo, sería el de bicicleta/kilómetro o patinete/kilómetro, es decir, la suma de kilómetros recorridos en un día, pongamos, por todos los patinetes de Barcelona: eso daría el patinete/kilómetro. Habría que ver si las bicis y los patinetes representan el 40% de todos los recorridos tomando en consideración el conjunto de los medios que circulan por el asfalto (y por las aceras) para saber si hay más atropellos, o menos, de los que corresponden al uso de bicis y patinetes.
Lee uno en El Mundo que los manifestantes del mundo rural alzaron la voz contra los comelechugas (“no vamos a permitir que unos comelechugas impongan sus criterios al pueblo que trabaja y que suda”). Uno, lamentablemente, es un comelechugas, muchas veces para cenar, otras para comer. Uno cena algunos días una tristeza, es decir, dos piezas de fruta, y un yogur y una gelatina mezclados en un bol, una auténtica tristeza. Otros días, para variar, se compone una ensalada de lechuga, cebolla, huevo cocido (si ponen las pitas de casa), manzana en su época, y algo de color para darle alegría, que puede ser un tomate o un pimiento del piquillo. Este revoltijo es casi una fiesta y lo riega con una cerveza sin alcohol. De buena gana uno dejaría de ser un comelechugas y daría cuenta de unos huevos fritos con picadillo, un poco que queso detrás para terminar el vino y el pan, que se habrían dispensado en cantidad que permitiera esa sobra complementaria. De postre estaría bien un tocinillo de cielo, y como el estómago quedaría la mar de bien, se prepararía un gin-tónic. Vanas ilusiones de un comelechugas.
En El Comercio los del mundo rural se quejan de que “la gente va al lineal y mira el precio”. Y apostilla uno que la gente del campo también, de ahí que dejen de ir pescaderos, carniceros o panaderos repartiendo por los pueblos, porque la gente del campo sale a comprar a los supermercados de las villas, compran generalmente más barato y los repartidores dejan de acudir a las aldeas.
La situación del campo le da a uno una inmensa pena, pero si le hacen una cata a ciegas, en muchos productos distinguiría muy difícilmente un producto animal o vegetal extensivo de uno intensivo, si este está medianamente bien tratado y cocinado con habilidad. Hay mucha gente que dice distinguirlo todo perfectamente, pero uno duda de su sinceridad. Uno tiene el defecto culinario de que le gusta prácticamente todo, por lo que sería un pésimo jurado.
Ramiro Fernández, el psicoesteta, dedica unas líneas en El Comercio a los pelos de Boris Johnson. Alguien aseguró que había visto a Boris despeinarse deliberadamente antes de pronunciar un discurso público. Hoy, como no se conoce el nombre de muchos vecinos, se refiere uno a ellos como el del perro cojo, el padre del baloncestista, los del primero que ella trabaja en la tintorería. Uno tuvo un vecino que, mientras no averiguó cómo se llamaba, era “el cuidadosamente despeinado”, un antecesor de Boris Johnson. Tiene uno unos vecinos de portal a quienes cuesta saludar. Comentando la situación con otros vecinos, resulta que para identificarlos se refieren a ellos como “los huelemal”, no porque huelan mal sino por la cara de asco que ponen al encontrarse con otros animales racionales de su especie. Por aquello de la privacidad, o incluso de la seguridad, ya no se indica el nombre de los vecinos en los buzones, así que nos seguiremos refiriendo a ellos como podamos: el marido de la que se desmayó, los padres de los gallegos, el médico de Laviana, la hija del chófer de TUA, o ‘vecino encontró pendiente’ y esto último es absolutamente verídico.
Lee uno en El Comercio que de acuerdo con las normas urbanísticas de Gijón los proyectos para edificar en altura tocan techo con catorce plantas. A uno le parece una altura asumible siempre que no desentone con el entorno ni invada el casco consolidado de la ciudad, es decir, que se levanten entre zonas ajardinadas. ¿Qué es preferible, en los mismos metros cuadrados, un edificio de catorce plantas o dos de siete? Si el edificio de catorce no da sombra a ningún otro, uno prefiere por economía de escala uno de catorce. Por estética, mejor dos de siete, pero con uno de catorce se libera espacio verde y se ahorran costes en conjunto: por ejemplo es fácil que se arreglen con dos ascensores en total, que de la otra forma tendrían cuatro, que es uno de los mayores costes de las comunidades.
Al recordar que Paco Gento tuvo otros dos hermanos futbolistas, Alfredo Relaño cuenta en El País un detalle curioso y es que en el caso de las sagas antiguas de futbolistas se les conocía por un ordinal romano: Gento I o Gento a secas, Gento II, Gento III, Rojo I, Rojo II, Gonzalvo, Gonzalvo II y III, Campanal y Campanal II, Quincoces y Quincoces II. Los Glaría llegaron hasta un Glaría IV, igual con los Collar. Los últimos históricos serían hermanos Ablanedo, I y II. Después se perdió la costumbre y si había dos hermanos futbolistas se les conocía de otra forma: los coruñeses Fran y José Ramón, los vascos Julio y Patxi Salinas; Manolo y Fernando Hierro; Santi y Jose Mari Bakero; Julen y Félix Guerrero y hasta los actuales Nico e Iñaki Williams. Curioso cambio de costumbres, quizá buscando el alejamiento de las jerarquías y una aproximación a la horizontalidad.
Nadal, una foto que refleja su poderío físico y su versatilidad: un pie firme en tierra, el otro tobillo peligrosamente contorsionado, músculos en tensión, plasticidad y la ejecución de un golpe maestro a ras de suelo que le dio la victoria en la muerte súbita.
Se queda uno con la foto de las futbolistas del Barcelona manteando a Torrecilla, jugadora del Atlético de Madrid, apartada dos años de la competición por una grave enfermedad, de la que felizmente se recuperó. La imagen es insólita, pero uno duda si esa imagen se debe a la especial sensibilidad femenina o a que no es un deporte tan ‘encoñado’ (permítaseme la paradoja) y desalmadamente competitivo como el masculino.
¿Al final en qué quedó lo de Teddy Bautista, Ramoncín, Caco Senante y otros en el caso de la SGAE? El País recuerda los casos, ¿barriendo para casa porque son de la ceja, de los suyos? Uno no lo descarta. En cualquier caso, todos quedaron limpios de causas penales, pero lo que flota en el ambiente es la idea de condena. Es imposible luchar contra la pena de telediario.
En LNE escribe Joaquín Rábago -El Roto-, un artículo en contra de la postura de Pedro Sánchez en la crisis de Rusia y Ucrania que paradójicamente explica las posibles razones que empujaron al gobierno español a adoptar esa decisión.
Quedaron unas cosucas en el tintero, pero ya salió esto demasiado largo por hoy. A lo mejor se retoman mañana.




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