2022/01/22

DE FACEBOOK (Días 16 y 17)

LECTURA DE LA PRENSA. GORRAS
Concejales del Ayuntamiento de Oviedo, responsables de la policía local y directivos de patronales empresariales mantuvieron una reunión en la que se presentaron planes para aumentar las medidas de seguridad en el barrio antiguo de Oviedo. En la foto de la noticia se queda uno con un detalle absolutamente marginal: la gorra del mando policial encima de la mesa. Ya tiene uno olvidadas las pautas de la gorra militar que podrían servir de referencia al uso de sombreros, boinas o viseras que utiliza cada vez más desde la consolidación irreversible de la calvicie. ¿Qué hacer con la gorra en los lugares cubiertos? En una ocasión la dejó uno encima de la mesa, pero recibió la advertencia de que eso era de mala educación. Desde entonces no sabe uno qué hacer con ella. De hecho, procura no depositarla tampoco en la barra del bar. Hay quien sostiene que el origen de la reticencia está en que en su momento las gorras se asociaban a incubadoras de piojos.
Cristina Coto, concejala (ella dirá ‘concejal’) ovetense de Vox, visitó el barrio de Ciudad Naranco y se reunió con un grupo de vecinos hartos de esos okupas que tomaron algunas naves industriales del barrio. Seguramente no todos los vecinos que están contra el fenómeno de la ocupación son de extrema derecha, pero muchos se lo habrán pensado dos veces si convenía salir en la foto con ella por muy justa que les pareciera la causa. En alguna ocasión tuvo uno dudas similares cuando un partido con el que no simpatiza encabeza una reivindicación para que el gobierno de uno mueva ficha, sea para revalorizar una pensión, para ampliar el horario de un ambulatorio periférico o para instalar un repetidor de televisión.
Hoy fue el último día para ver una exposición de trenes de juguete que organizaron en Ciaño, pero no encontró uno un hueco para ir a verla. Habría tenido ocasión de recordar con mayor nitidez cómo era aquel tren eléctrico que funcionaba con pilas que un año le trajeron los reyes en casa de los primos de Madrid. Además de la máquina, tenía seis o siete coches y vagones. Uno se entretenía conectando los trozos de vías y, para probar la potencia de la máquina, a veces debajo de las vías ponía algún taco de madera para que el trazado simulara una montaña. A veces la máquina podía con la cuesta, otras no y había que aligerar la pendiente. Algún día el tren dejó de funcionar y acabaría en la basura. Ni un juguete propiamente dicho conserva uno de la infancia, sí un álbum de Vida y Color. De Madrid llegaba también algún libro de cuentos, como el que encabezaba “El Ruiseñor”, que conserva muy gastado.
Se apresuran algunos políticos a fotografiarse bucólicamente delante de alguna vaca que pasta con despreocupación. Lo que a uno le gustaría es ver a ese u otro político en otra foto delante de cientos de vacas o de gallinas o de cerdos amontonados. Esa sería una foto valiente para ilustrar una entrevista que comenzara diciendo que las granjas así son necesarias para alimentar a la población, para contener los precios, para evitar la invasión de carnes extranjeras producidas a bajo precio en instalaciones fabriles similares, para asegurar que cumplen todos los requisitos sanitarios internacionales, nacionales y autonómicos y todas las normas del sector, que crean puestos de trabajo que permiten una organización racional del trabajo, que se están tomando medidas contra los vertidos de purines y contra los olores fétidos, que los mejores veterinarios del país están encima... ¿Quién se atreve?
La viñeta de Babelia-El País tiene algo que ver con esto de las fotos y de la autocensura.

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LECTURA DE LA PRENSA. HUYENDO DE HABLAR DEL COVID
Lleva uno desde el día 4 evitando en lo posible hablar del covid, pese a que directa o indirectamente afecta al menos a la décima parte de las noticias y de las páginas de los periódicos, y por lo menos a la mitad de las conversaciones que se entablan. Es un condicionante importante, pero hay vida aparte.
Lee uno en El País un reportaje sobre el pulso que Rusia y Estados Unidos están echando para hacerse con el suministro del gas en Europa. Es un asunto de una complejidad tal que no puede despacharse con apelaciones genéricas al imperialismo ruso o norteamericano. Son tantos los factores industriales, militares, económicos, estratégicos, políticos y hasta psicológicos que condicionan una u otra opción, que uno se siente ridículo dedicando cinco minutos a una intrascendente noticia local que puede medianamente llegar a entender cuando debería profundizar en estas otras cuestiones de calado aunque acabara rendido por la impotencia de saber que lo que piense no sirve absolutamente de nada porque nada puede hacer para modificar un pelo la situación. Ni siquiera le queda el consuelo del voto democrático. ¿Qué puede uno votar ahí? ¿Cuántos votantes deciden su voto después de leer lo que los diferentes partidos proclamen en relación con estos suministros y cuántos deciden el voto precisamente por esta opción estratégica aunque les disgusten otros puntos sociales o económicos del programa? A pesar de ese ridículo, vamos allá, y en este momento se acuerda uno de unas palabras de un Magistrado de Trabajo de Oviedo. Una mañana, como otras muchas, acudió a ver juicios laborales, los que hubiera ese día. En los tablones de anuncios constaban los señalamientos del día. Para la mayor parte de los juicios se reservaban diez o quince minutos. Si uno no estaba un poco versado en los trámites podía no enterarse de nada porque los operadores jurídicos utilizan un lenguaje críptico, eso si no hablan entre dientes, de manera que solo se enteran de lo que se cuece los que casi saben lo que se va a decir. El caso es que en la lista de casos se preveían muchas veces los mismos diez minutos para la impugnación de un expediente por falta leve, que para el despido objetivo de diez trabajadores. Uno de esos días en los que se revisaba una sanción de una carta de censura, estaban citados varios testigos por cada parte para intentar convalidar o desmontar el motivo de la sanción. El Magistrado, sabedor de que ese juicio le iba a llevar bastante tiempo, y que después tendría el otro, bastante más delicado y al que no le podría dedicar los minutos que objetivamente merecía, dijo en voz alta: “Y ahora, tres testigos por cada posición, con sus respectivas preguntas y repreguntas, teniendo después el despido de diez trabajadores…pero, prosigamos”. Sin duda, el juez se sentía ridículo de tener que desempeñar ese papel. El mismo que uno siente comentando alguna tontería. Mayúscula como la siguiente.
Lee uno en LNE que Grado recibe 1,5 millones inesperados del sorteo de invierno de la lotería. ¿En algún caso el premio es esperado?
Volviendo a la seriedad, LNE dedica los domingos un par de páginas a exponer cuestiones medioambientales. Son páginas de encargo, pero no hay ningún logo detrás. Intentan sensibilizar al lector sobre alguna cuestión ecológica. Ese domingo cuestionaban el impacto ambiental de la pesca de arrastre, que esquilma los fondos marinos, además de emitir importantes cantidades de CO2. ¿Sirve de algo? Quizá ablanda los corazones. Menos da una piedra.
Las cabinas telefónicas se mueren, incluso la cabina de José Luis López Vázquez. Uno recuerda haberla visto en directo cuando la emitieron por televisión. Busca en internet y resulta que fue en 1972. Desde entonces se aficionó uno, quizá por esnobismo, al cine experimental y de mensaje, que se decía entonces. Hasta el trabajo de Mercero, López Vázquez era prácticamente un actor denostado, como casi todos los que habían protagonizado las famosas españoladas. Años más tarde, todos aquellos actores se redimieron con otro tipo de papeles, y hasta les convalidaron méritos artísticos con efectos retroactivos. La cabina es un gran mediometraje, que daba mucho juego para debatir sobre la problemática del mundo de entonces y del actual. Aunque no se llegara a ninguna conclusión ni nadie cambiase la forma de actuar a partir de ahí, debatir no era malo. Ni es.
Lee uno en la portada de LNE las declaraciones del Consejero de Ciencia, Innovación y Universidad, una entrevista a dos páginas en el interior: “Mi mayor decepción es la feroz resistencia al cambio en Asturias”. La mayor decepción de uno es leer en las páginas interiores exactamente lo mismo, sin saber a qué se refería. Le conceden una entrevista en atención a que en su departamento se produjo un sustancial cambio organizativo con la creación de una Agencia de Ciencia, pero nada entre dos platos.
El gasómetro de Oviedo, quizá el elemento más emblemático de la vieja Fábrica de Gas, es un elemento a proteger pase lo que pase con los terrenos de la fábrica. Parece que esa estructura metálica no está en peligro. Todos nos acostumbramos a ver el gasómetro, ahora un esqueleto de hierros, y hasta nos gusta así aunque se interponga entre nuestra vista y la de la catedral si se viene de la zona de Colloto. Algún día, algún siglo, se habrán alzado voces contra la construcción de ese gasómetro que rompía la visión tradicional de la urbe. Hoy las voces se alzarían si se intentara su derribo. Algún día el Calatrava será icono estético de Oviedo y se clamará contra su derribo, más allá del fiasco de su visera fija y del, hasta ahora, fracaso económico, porque no irrumpe contra la imagen del Oviedo medieval, como sí lo hace, por ejemplo, el edificio de La Jirafa, un pegote incalificable a pocos metros del casco histórico. Un edificio valoratible, pero no ahí.
LNE dedica dos páginas a analizar los contrapuestos modelos de gestión municipal de Mieres y Gijón. Mieres, gobernado por IU, insiste en la externalización de los servicios de limpieza y jardines. Por el contrario, Gijón, socialista, continúa confiando en la gestión municipal para esas y otras labores, como el transporte, la gestión turística además de anunciar la creación de una empresa pública de energía. Mieres se justifica indicando que se ve obligado a ese tipo de gestión por la imposibilidad de contratar personal como consecuencia de los topes legales del empleo público. No se saca nada en claro del reportaje pese a contar con la opinión de dos catedráticos de Derecho de la Universidad.
Vargas Llosa comenta en El País que aunque la situación de los negros en Estados Unidos mejoró en relación con la de hace cincuenta años, sigue habiendo desequilibrios, pero que pese a ellos, los ‘cholos’ sudamericanos aspiran a instalarse allí. ¿Por qué? Además de porque las perspectivas económicas son mejores que en sus respectivos países, porque en estos serían discriminados por las minorías blancas, lo que, por lo visto, no ocurre en los Estados Unidos. Será. Uno entiende que en USA seguirían discriminados, pero sería una discriminación menor. Triste, desde luego, esa aspiración.
Al corrosivo Manuel Vicent se le permiten licencias artísticas vedadas a otros, por algo es una vieja gloria de la gauche divine. Columna ‘Aristocracia’ en El País: “Un domingo de mayo, en un tiempo ya lejano, fui invitado por un amigo de la alta sociedad al Club Puerta de Hierro, sin duda el más exclusivo de Madrid, nutrido por ejemplares de gran alcurnia, banqueros, aristócratas, diplomáticos, con sus crías respectivas”.
En El Mundo Arcadi Espada arremete contra Miguel Lorente, de OK Diario. Uno procura no leer las páginas de sucesos, por lo que a veces se pierde aspectos a considerar. Por lo visto Julien Charlon mató a su hija de tres años y luego él mismo se suicidó. Violencia vicaria que se dice. Ocurrió en una vivienda de Lavapiés, donde el asesino vivía después de haberse separado de su mujer. Era un hombre de izquierdas, por lo que rompe el esquema de la opresión de clase, quedando, sí, el de la opresión de sexo. En este caso la culpa es del ADN. “Decir que Charlon mató por razones ideológicas es un absurdo (ideo)lógico que ni siquiera el especialista Lorente se atreve a cometer. Y es así que preso de la desesperación profiere: «Hay que salir del encasillamiento de que ese tipo de hombres y conductas pertenecen a ciertos contextos, es mucho más profundo, está más en el núcleo, en el ADN de la masculinidad. Sabemos que no todo el ADN se expresa, hay genes silentes que en determinado momento se pueden expresar. Con esto pasa igual, puede haber algunos comportamientos durmientes que cuando el estímulo es lo suficientemente intenso se ponen en marcha, porque forma parte de la manera de ser hombre».
Hay familias que viven situaciones dramáticamente difíciles, como la que recoge el reportaje de LNE, de un niño con autismo y otras características singulares, que requieren una atención personal y permanente. La cuestión es qué pueden hacer las instituciones ante estos casos, pero no ante este caso en concreto, que sin duda se podría acometer con más medios materiales y humanos, sino ante TODOS los casos en los que se dan circunstancias así.






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