Hay noticias a las que los medios dedican portadas, fotos y centímetros cuadrados, que uno pasa por alto o porque no tiene nada nuevo que decir (la oficialidá de la l.lingua) o porque, pese a su notorio metraje (el congreso del PSOE, los intríngulis del Brexit, el precio de la energía) ni siquiera se paró a leer por encima. Sin embargo, uno dedica minutos a escudriñar noticias intrascendentes y llamadas al olvido.
De la manifestación por la oficialidá se fijó uno en los santos por si conocía a alguien. Se queda con algunas observaciones de la redes sociales. Por ejemplo, alguien que apoya la oficialidad escribe en su página: "Frente a su odio y su intolerancia, nuestro amor y querer, que es el amor y querer de la mayoría". Son páginas tan unidireccionales y acríticas, que no merece la pena ni disentir ni siquiera matizar porque se aseguran los tomatazos. Se puede estar en contra de la oficialidad y, pese a ello, amar la lengua asturiana e intentar aprenderla y escribir en ella. No creer a pies juntillas no es ser intolerante. El amor de la mayoría está claro, pero no lo está tanto si por ese amor se está dispuesto -exagerando- a dar la vida. Muchos se encuentran comodísimos entre los dardos, en las peleas entre lo blanco y lo negro. Uno huye de esas refriegas.
El Alcalde de Oviedo concede una entrevista de dos páginas a LNE. Repasa todos los asuntos de actualidad con solvencia, pero sus declaraciones son inaceptables desde el punto de vista democrático cuando habla de cómo elaborar la siguiente lista electoral. P–¿Pero de cara a negociar la lista?. R –Esa la voy a hacer yo. P –Es la lista del PP. R–Es que yo soy el PP. La tengo que hacer yo. La anterior la hice yo al cien por cien y nada cambió para que no sea así. FIN.
Durante muchos años Ensidesa, después Arcelor y demás entidades intermedias, subcontrataron parte de su actividad con numerosas contratas. Y era lo óptimo. Un buen día, la siderúrgica decidió que lo mejor era sacar a concurso toda la actividad subcontratable y tener un único interlocutor. Seguramente así abaratarían costes y simplificarían la gestión. Y era lo óptimo. Ahora se vuelve al inicio, al fraccionamiento. Y será lo óptimo. Alguien lo decide así y el resto de la cadena de mando, sí, bwuana, a creer a pies juntillas lo último que se decide desde la cúpula, que será siempre lo óptimo. La consecuencia es que conviene no tirar a la basura los argumentarios derrotados, porque acaban volviendo.
Escenificaron un abrazo Felipe González y Pedro Sánchez, aunque Felipe marcó territorio. Falta el abrazo de Javier Fernández y Adrián Barbón. Uno prefiere que no se produzca porque estima a Javier Fernández.
La Vanguardia publica un artículo con el título: "¿Tiene futuro el socialismo?". Incluye unos datos del apoyo electoral a una serie de partidos socialdemócratas europeos después de la Segunda Guerra Mundial, donde se observa una tendencia electoral descendente. Sin acudir a sesudos estudios, uno ve algo muy sencillo: la clase trabajadora de los años treinta no es la de los ochenta ni la de ahora. El trabajador mejoró considerablemente su nivel de vida. Antes era un proletario que solamente tenía prole. Ahora tiene algo que conservar y se volvió algo conservador. Seguramente también más práctico e insolidario. No hacen falta muchas más sesudas interpretaciones.
En La Vanguardia, una noticia que preocupa personalmente: la de los partos con mascarilla.
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