Hoy encontró uno muy poca cosa que destacar en la prensa. En segundo lugar, un reportaje sobre la labor de Germán Rodríguez, un médico lenense, de Carabanzo, en Guatemala, en primer lugar el artículo de Julio Llamazares “Arde España”. Uno utiliza este artículo como mero pretexto para escribir lo que sigue. Determinada corriente de pensamiento (matiz: una corriente es de pensamiento si se piensa, porque si no se piensa será de sentimiento, no de pensamiento) da a entender que el Estado lo hace muy mal en todo lo que toca: en los montes que arden, en el patrimonio que no se conserva al cien por cien (cochambres incluidas), en las carreteras de las que no se eliminan los conatos de baches, en las empresas privadas que quiebran por no intervenirlas. Uno cree que el personal no es consciente de lo que implica una crítica. Si se pide a las administraciones una intervención máxima, habrá que asumir dolorosas renuncias cuando le toque a uno ceder bienes, pagar tributos o asumir prestaciones personales. Lo demás es flatum vocis, que no merece ni un minuto de dedicación.
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LECTURA DE LA PRENSA. LEGAJOS POLVORIENTOS
Si hace un mes hubiera leído uno la noticia que leyó hoy, la habría pasado por alto. A buen seguro, lo misma ocurriría si esa noticia la lee dentro de treinta días, pero leída precisamente hoy, a uno le dice algo. Es la noticia de que dos rarísimos grabados de Covadonga fueron descubiertos en unos viejos libros del año 1744 de una congregación religiosa. Para que la noticia resulte más paradójica, LNE detalla que los grabados estaban escondidos entre nombres de lechugueros y nobles asturianos en Madrid. A veces uno se sumerge en viejos legajos en busca de detalles concretos. En ocasiones se encuentran, pero otras veces la búsqueda resulta baldía. No obstante, puede uno buscar una cosa y encontrar otra. Por ejemplo, en un libro parroquial de la Vega del Rey de 1954 -no hace tanto- encontró uno hace unos días una enigmática anotación, la siguiente: “No respondo de equivocaciones y poca limpieza en la redacción pero hay que tener en cuenta las 74 navidades y tantas contrariedades y disgustos como se pasaron. A mí me mataron (sic; recte: me mató) la visita de los fugados del monte. Perdí la memoria, y Dios me lo tome en descuento de mis pecados. Para que conste, lo firmo en Castiello, Lena, a 9 de febrero de 1954. Víctor Manuel Díaz”.
Buceando en otro libro de 1818, otra anotación, más conocida porque se repite en otros libros de la época y se recuerda periódicamente: que las mujeres “eviten subir ganados a los puertos por los graves daños espirituales que se originan”.
Los que andan entre los legajos agradecerían que aparecieran los dineros para digitalizar los miles de documentos desperdigados por el mundo. Alguna vez se conseguirá y se evitarán las pérdidas de tiempo que conllevan lecturas y relecturas de lo que ya alguien leyó, pero que no pudo poner en común porque se limitó a fijarse en lo que le interesaba en ese momento.
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