España se divide en bandos, banderías, cáfilas, hordas ... Triste espectáculo que daría para páginas amargas, de llanto por la razón perdida, de dolor y de punzadas en lo íntimo, como las que afligieron a la generación del 98, cuyos miembros iban sollozando por las esquinas y cobrando los derechos de autor de tales gemidos.
Pero estas “Soserías” no están para ver las cosas por la tremenda, para eso ya hay muchos columnistas sabios que chorrean el plomo derretido de sus sesudas entendederas. Aquí estamos para pasar el rato y tratar de ver las cosas de una forma distinta, más juguetona, menos envarada.
Probemos con las afirmaciones que oímos en boca de prohombres o promujeres, que es como se dirá ahora en este festival de los géneros que disfrutamos. “A mí no me venga usted con cuentos que yo soy muy de izquierdas”. O “muy de derechas”. Da igual. Trato de aislar la confesión contundente, la opinión sin matices, la toma unívoca de posición. “Pero ¿de verdad es usted siempre de izquierdas (o de derechas)?, ¿es posible que no se concede usted respiro alguno?” “No, señor, así soy porque a mi padre o a mi abuelo ...”. Y ahí viene un recordatorio sucinto de la historia familiar y de las (des) venturas sufridas.
A mí, estos señores -o señoras- de una pieza me dan mucha risa. Y me acuerdo de Miguel Mihura al que hacían estas preguntas en los años setenta en la revista “Triunfo”, que era a la sazón el talmud de la izquierda. Mihura era un autor teatral consagrado, había revolucionado la escena y el humor con los “tres sombreros de copa”, pero era hombre que había huido del Madrid republicano -no por nada, es que querían fusilarlo- y se había instalado en la zona franquista, en San Sebastián, me parece -donde fusilaban a otros, pero no a él-. Además había escrito luego muchas comedias que se consideraban burguesas, poco “comprometidas”, como decíamos los pazguatos, según la moda (la “corrección”) de la época. Los de “Triunfo” querían, con todo, salvarlo, rescatándolo para el progreso. Y le decían: usted, don Miguel, ¿se considera de derechas? Cuando esperaban una contestación que les aliviara la conciencia por dar cancha en una revista de izquierdas a un conservador, Mihura razonaba: “pues mire, soy de derechas por la mañana, después de desayunar y leer el ABC; por la tarde, después de la siesta y de la visita del fontanero, soy de izquierdas”.
¿Qué quería decir con ello un hombre con la mirada buida del humorista? Pues que si y que no, y que a veces para allá y otras veces para acá. Así es la vida, llena de vetas, de meandros, de alturas y de planicies. Productos compactos no sé si los hay entre los metales, el hierro o el plutonio (sospecho que tampoco), pero... ¿entre los hombres? Y menos a lo largo de toda la vida cuando es bien cierto que nada hay más diferente y desconcertante que una misma persona si se la mira en las diferentes etapas de su existencia.
Cuando era más joven lo que se preguntaba a Mihura era sobre su inclinación o desapego al trabajo. Esto venía a cuento porque él blasonaba de levantarse a las doce, y sostenía que lo único placentero que había en el mundo era comer besugos en Fuenterrabía y leer novelas policiacas. Pero, cuando se le apretaba, entonces hacía la reflexión puntualizadora: soy trabajador y soy vago, como soy rico y pobre, alto y bajo ... depende. Es como cuando le preguntaban a Jorge Luis Borges si era Borges: “a veces”, respondía. Pues así es: somos lo que somos “a veces”, habitados por todas las contradicciones del mundo, por todos los desfallecimientos, por todas las debilidades que son propias del merengue humano. ¿Cree usted en Dios? Pues a veces, hijo mío, porque otras veces me entran dudas o simplemente no creo. Es que las cosas son así: fluctuantes, serpeantes, descalzas y calzadas. Somos piezas truncadas, lluvia que no empapa, nubes indecisas, astros lejanos/cercanos, frágiles todos como una taza china, cáscara y fruto, cactus y rosal...
Tan solo hay en la Creación un producto compacto y sin fisuras: el idiota.
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