INGENUIDAD Y REDONDEO
Circula por ahí un correo que anima a apagar lo móviles cinco minutos en protesta por la subida de tarifas. Bien. Lo apagaré si me acuerdo, pero no deja de ser una ingenuidad. Ya pasó lo mismo con los aparcamientos. Pareció un triunfo extraordinario de los consumidores y, en realidad, fue el parto de los montes, o sea, nada. ¿O alguien piensa que ese recorte va a redundar en beneficio de los consumidores?
Cobrar un mínimo en determinados servicios se vio toda la vida en todos los ámbitos y, o mucho cambia todo, o lo seguiremos viendo mientras el triunfo del comunismo no consiga la gratuidad total, y creo que va para largo todavía.
Vamos a dar una vuelta por ahí.
¿Vamos a exigir en los bares un cuarto de vaso de vino o un cuarto de un bollín del menú del día diciendo que nos arreglamos con eso? No señor, porque en consumiciones tan mínimas como el vino de la casa los bares no cobran el vino, sino un mínimo por la estancia.
¿En los autobuses o en los trenes vamos a conseguir que si el viaje es de un kilómetro cueste menos que si es de tres? Ya el Metro desde siempre cobró un precio único, porque otra cosa les exigiría unos gastos de control desmedidos. Ganan en los cortos y pierden en los largos. Lo que gana la empresa por un lado lo pierde por otro. Lo que un viajero ahorra, otro lo gasta de más. Empatados.
Lo mismo de los taxis.
¿Exigiremos periódicos a precio reducido que traigan solo la información local o deportiva o internacional, que nos interesa? Es decir, ¿exigiremos miniperiódicos?.
¿Lograremos que un mecánico de un molinillo o de un coche o un tapicero no nos cobre la primera media hora entera sino solo cinco minutos si ese fue el tiempo empleado?
¿Va a cobrar el abogado un minuto si un minuto tardó el resolver la cuestión?
Es un principio general de la economía y del sentido común que los productos y los servicios tienen un coste mínimo y un coste variable. Un coste mínimo porque cuando pones un bar o un parking o una empresa de telefonía o un autobús o un avión en marcha, hay unos costes fijos aunque no entre nadie en el bar, en el parking, en el autobús o en el avión o aunque nadie llame por teléfono. Además, hay unos costes variables que son proporcionales a la actividad.
En definitiva, vano intento. Y si en el futuro hay alguna campaña por cualquier otra cuestión similar, al final la ley saldrá adelante, pero la empresa lo tiene fácil (en una economía de mercado, se entiende): abaratar las primeras fracciones y dividirlas en lo demás y eso es válido para las churras y para las merinas.
Que cada uno piense los mínimos que se cobran en los respectivos sectores donde trabaja.
¿O no?
2007/02/06
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