Estos días hay tensión en tu empresa. Te llevas bien con tu jefe. No eres amigo de componendas, de cortijos. Vas por libre. Eres leal. No eres un pelota. Le dices las cosas que hay que decir. Estás viendo el telediario de la noche. Un amigo te llama por teléfono. Te dice que entres en un foro. No necesitas papel. Es fácil de recordar la dirección. Alguna vez te hablaron de él pero nunca entraste. Entras. Alucinas. No quieres seguir leyendo, pero sigues. Dan otro nombre a tu jefe. Lo llaman “el suave”. Nunca habías oído que lo llamaran así, pero no tienes ninguna duda: tiene que ser él. Sin pensar nada ves que se ajusta a su imagen. Lees que el Suave está ahí por lamer el culo a Gutiérrez, el antiguo director. Quedas descolocado. Meditas entre el aturdimiento. No encuentras la diferencia entre lamer el culo y simplemente ser disciplinado. Te da rabia. Te parece injusto.
Dormiste fatal. Te levantas pensando en él. Coincidís en el ascensor. Hay más gente. Los saludos de rigor, la nieve, el cambio climático. Despacháis un asunto. No le dices nada concreto, únicamente que vaya revuelo que hay. “Sí, hay revuelo”. Pero vais al grano, que en este caso es la paja. Habláis de la necesidad de potenciar una ruta. Trabajáis en una empresa de transporte. Hay que reestructurar unas rutas. Algunos camiones del itinerario sur van los jueves a la mitad de su capacidad y los de la ruta este van completos a diario. Incluso a veces hay que dejar carga para el día siguiente. Hablas con tu jefe, El Suave, de la mejor manera de reorganizar las rutas. Este año no hay ya dinero para camiones. Los márgenes son muy estrechos. Te dice que preguntes a Gómez, que tiene una hija casada en Valencia, si le interesaría hacer los sábados la ruta cuatro, la de Levante. Mañana hablarás con Gómez. Mientras tanto, te llama Peláez, que acaba de quedar tirado en la A8, finalmente nada grave, pero aprovecha para decirte que vaya movida que hay, que se lo dijeron en el peaje. Piensas si Gómez produjo la avería solo por hablar contigo y contarte lo del peaje. Intentas evadirte, le dices que no se puede hacer caso de todo.
Va siendo la hora de marchar. Coges el paraguas. Le dices a El Suave que cuando tenga tiempo entre en la página. No te atreviste a decirle lo que habías leído.
Por la mañana, al día siguiente, lo miraste. No notaste nada raro, pero todo el mundo lo había visto. Todos habían leído que su jefe estaba ahí por haber lamido el culo a un antiguo director. Y ahora todos te miran a ti. En concreto nadie te pregunta nada, pero te miran. Te miran a ti y miran para tu jefe, encogen los hombros y fruncen el ceño mirando para “El Suave” como preguntando ¿lo sabe? Tu también te encoges de hombros y dices a María: “Hacía falta hacer un cuadro del consumo de gasóleo B por Comunidades Autónomas”.
2007/01/25
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