Hay elecciones en la vida más difíciles que las políticas. En estas tienes los quince días de campaña electoral para pensarlo y unos cuantos meses del periodo preelectoral de propina. Después de pensarlo mucho, ¿quién se acuerda de lo que votó hace veinte años o hace dos?
Hoy es un día de esos. Tengo que elegir entre una conferencia de Bernardo Atxaga o un kilo hígado de ternera de casa, que lleva matado unos cuantos días y se acerca a su fecha tope. Me gusta Atxaga desde que leí Obabakoak, aunque no me acuerdo bien de qué iba, pero sé que me gustó. Era una aldea y había un lagarto, que asocié con la serpiente etarra. A lo mejor no hay tal lagarto, pero, cuando pasa el tiempo, la imaginación y el recuerdo suplantan a la realidad. Al final, si lo imaginado y lo recordado es lo que mueve a la acción, ¿qué es lo que importa?.
Elegiré el hígado de ternera y dentro de veinte años me acordaré de la elección.
Cabe una alternativa, recoger antes el higado de ternera e ir a la conferencia de Atxaga con él, y digo con el hígado de ternera, no de José Ternera.
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