La muerte de Sara Montiel y la de Margaret Thatcher coinciden en la portada de la prensa. La nacional concedió más espacio a la dama de hierro, la regional otorgó más centímetros cuadrados a Saritísima, quizá cómo aproximado reflejo de lo que importa a la cámara de los lores y a la de los comunes.
Dentro del error que supone proyectar la sombra del retratista sobre el objeto fotografiado, es acertada la elección de la fotografía para reflejar la última visita a Oviedo de la última cupletista: una sombra de sí misma que prueba el pésimo envejecer de algunos mitos. A duras penas se levantó para la foto. Mucha lástima te dio las dos últimas veces que la viste esperar dos horas en el vestíbulo de la estación, difícilmente reconocible, en silla de ruedas y acompañada por una cuidadora latina, hasta que llegara la hora del tren que la llevaría a Madrid después de las últimas visitas al oculista de referencia.
En el clásico mito de la caverna de Platón, la realidad se tiende a confundir con las sombras proyectadas en la oscuridad, pero a veces las sombras ocupan todo el espacio y no hay más.
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