El Ayuntamiento de Oviedo está empeñado y, como está empeñado, está empeñado en recortar de donde pueda, por ejemplo de (en) las farolas. En su afán recortador no se conforma con recortes de la inmaterial energía, sino que pasa a recortar directamente la farola, no podándola (que sería por el pié) ni truncándola (que sería por la cabeza) sino amputando brazos, que es verbo malsonante y nada poético pero muy gráfico.
Proclama que quitando brazos se eliminan también las propias sombras que se proyectan sobre esos brazos muertos.
En sus cuentas del Gran Capitán estima un ahorro en costes de mantenimiento, que no es lo mismo mantener cinco brazos que tres, como no lo es alimentar tres bocas que una. También se oye que donde comen cuatro comen cinco. Si hubiera que gobernar con dichos y refranes daríamos un pasito p’alante, María, y un pasito pa’tras.
El desmontaje de los brazos (evitemos la amputación, no pensemos en la escandalosa sangre) implicará un coste, pero se espera compensarlo con la reutilización del hierro. Con cálculos tan afinados, no se explica uno cómo las administraciones arrastran números tan rojos año tras año.
Tocante a luces y farolas, es inevitable la comparación con la economía y la psicología caseras, tan determinantes una como otra en decisiones de bolsillo. ¿Qué dices comparación? Es una retroalimentación, un feedback, y dicho así ya parece algo, a saber, que las ideas de la Hacienda Pública se pueden injertar en la economía doméstica y los ahorros caseros se pueden intentar en lo público. Puestos a trasmutar, antes de comprar cualquier artículo casero, podríamos pedir tres ofertas, formalizar un concurso, establecer una mesa de contratación (formada por padre, madre, hijos, abuelos, empleados del hogar y el conserje como asesor externo) y adjudicar según previo y objetivo baremo. Por acomodar al salón de casa la idea de las farolas, cabría recortar los brazos de la lámpara de lágrimas, que tendría así fundados motivos para el llanto. Si nuestra lámpara luce diez brazos, dejar dos y desmontar ocho para eliminar esas molestas sombras. También cabría inventar unos brazos de quita y pon para atender el servicio extraordinario de las Navidades y las fiestas patronales. Mejor eso que el cutre sistema de aflojar bombillas, que “no es por ahorrar sino porque molesta tanta luz”.
No se trata más que de aplicar la emulación, imitar las ideas de los mejores.
2 comentarios:
Eso da trabajo a los obreros que amputen y dentro de un año o dos volverán a tener trabajo al volverlos a poner, o para cambiar el modelo y así los fabricantes venden ¿dónde las hicieron las que están puestas? ¿a quién se las compraron?
¿Decías algo de, ahora que se acerca la Navidad, de colgar en esos brazos de las farolas?
¿Se le podría recortar lo que le cuelga... al equipo que ha decidido este recorte?
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