Si el miércoles acudes a dar un pésame al tanatorio de Sama, el jueves a dar dos a sendos tanatorios de Oviedo, el viernes a un cabo de año a Lugo de Llanera, el sábado a un funeral a Grandas de Salime, el domingo al tanatorio de Cabueñes en Gijón…
Si hace unos días un tren arrolló cerca de Villabona a dos ancianos que se despistaron de estación cuando iban a limpiar unas tumbas al cementerio de Serín…
Si la gente se moviliza estos días camino de los cementerios para que el día de Todos los Santos las lápidas reluzcan y no broten ortigas de los sepulcros…
Si esta temporada sobrevuelas virtualmente por los comienzos del siglo XX en Llanos de Somerón, sus nacimientos, sus matrimonios y, al final, defunciones, porque casi todo acaba en el camposanto…
Si lees en la partida de bautismo de Alberta María Anunciación, nacida en el año 1913, que contrajo contrajo matrimonio canónico en la cárcel de Oviedo el 10 de diciembre de 1936 con Joaquín Muñiz Tuñón, de Proaza, te imaginas que no sería muy distante en el tiempo ni en el espacio un viaje al cementerio…(lo que no te imaginas es cómo sería una boda en esas circunstancias, con qué ilusiones, con qué amor, con qué esperanzas, con qué caras, con qué testigos, no digamos con qué menú, cómo fue el viaje hasta el presidio, quién la acompañó, qué le aconsejaron, qué le desaconsejaron, qué dijo el oficiante, cómo se despidieron, qué se dijeron…)
Si agitas todo eso en la coctelera de tu cabeza no te extraña que sueñes que mientras bajas por la carretera del Pajares muy cerca ya de Fierros, ves cómo a la altura del Campanal, donde el ferrocarril se invierte, el cementerio completo de Llanos viaja a bordo de una camioneta camino de su emplazamiento real. Y mientras lo sueñas nada te extraña porque aplicas la lógica: ¡cuánto más moderno es bajar el cementerio completo a un centro especializado en limpiezas y evitar así que hombres y mujeres acometan individualmente las tumbas de los suyos!
Para los sueños nada hay imposible.
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