Aunque acaba de morir a los 73 años, Luis Gómez Llorente gozó para ti de esa aureola mítica que rodea a los muertos jóvenes. Su sombrero, su cigarro y su desaliño indumentario te recuerdan a Antonio Machado. Como él, también Gómez Llorente fue un exiliado, un exiliado interior que se alejó de su partido sin dar ningún portazo. Nada trascendía de su vida y sus actos más allá de alguna mínima reseña con motivo de contadas conferencias.
De Gómez Llorente conservas un recuerdo muy difuso, únicamente un brillante mítin en el teatro Vital Aza de Pola de Lena, donde habías vuelto a residir después del largo servicio ferroviario-militar. Habrá sido en 1979, cuando encabezó como cunero por Asturias la lista del PSOE en las elecciones generales. Que no te pregunten por el hilo de su discurso porque lo tienes olvidado, recuerdas entre brumas una simpática anécdota de una castañera o una cigarrera, socialista primaria e instintiva, también una encendida defensa del laicismo y de la enseñanza pública. Nada más. Pena de memoria. Inútil, por otra parte, acudir a las hemerotecas, inservibles para apuntalar estos recuerdos traídos totalmente por los pelos.
¿Por qué desapareció de la vida política? También lo habías olvidado, pero repasando las biografías de estos días, se debió a un desacuerdo con la nueva dirección socialista por haber abandonado su partido el marxismo. No encabezó ninguna escisión ni dio la tabarra por foros provincianos. Quizá pensó que las resoluciones de los congresos son revisables, o quizá asumió democrática y éticamente que los tiempos habían cambiado y que pese a ello el Partido Socialista era el/lo menos malo para acercarse al programa máximo. ¡Qué tiempos, qué conceptos!
Un detalle te llamó la atención de su funeral. Con exquisita asepsia el redactor señala que un sacerdote católico condujo el acto de despedida en el tanatorio de Madrid. No sabemos en qué consistieron conducción y ceremonia, solamente lo podrá confirmar alguien que haya estado allí de cuerpo presente (vivo). Esa idea rompe con lo que instintivamente se entiende por laicismo. En las relaciones Iglesia-Estado sitúas el laicismo al mismo nivel que la autodeterminación en la relación Pueblos-Estado. Según sondeos, no todos los favorables a la autodeterminación votarían por la independencia. La autodeterminación es una posibilidad, como lo es el laicismo. Por eso, así como quien defiende la autodeterminación no necesariamente votaría la independencia, por lo mismo, quien propugna el laicismo puede preferir que su último viaje lo conduzca (por la izquierda) un sacerdote católico.
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