(A veces el paréntesis es más denso que la oración principal. Se verá al final en qué queda este.
El acopio de datos y el almacenamiento de la información antes de Internet descansaban en papeles que se guardaban según la perspicacia de cada uno, bien entregándose en brazos de la memoria, o bien, hilando más fino, siguiendo alguna técnica de archivado si al menos se era un documentalista aficionado. Desde que te fías de Internet y, en particular, del omnisciente Google no conservas prácticamente nada que estimes localizable en el ciberespacio con solo escribir unas palabras en el buscador. Anteriormente cuando encontrabas una noticia o un artículo interesante los guardabas, guiándote únicamente por la intuición, en una carpeta o mejor en un libro que tratara de esa materia. Ahora que casi todo está en Internet, sigues conservando esos amarillentos recortes, muchos obsoletos, en libros de cantos polvorientos. Te resistes a deshacerte de ellos, siquiera sea porque son recuerdos de lo que alguna vez te interesó, aunque su contenido concreto lo tengas olvidado o acaso no lo hayas aprendido nunca. Cierras paréntesis)
La preocupación no nació ayer, pero en estos momentos en los que arrecia la demanda independentista de Cataluña, piensas más en ello. Abres un librito titulado “Nación, nacionalidad, nacionalismo” en busca de una definición de nación, de estado, de pueblo, que te oriente sobre qué características tienen que reunir las demarcaciones geográficas y la población asentada en ellas, para reclamar el derecho de fabricar una frontera y constituirse en estado.
Ahí pasó unos lustros un recorte de un artículo publicado en EL PAÍS el 14 de abril de 1996 que se titula “La determinación de los pueblos”. (Tecleando esas palabras, el artículo está colgado en Internet, pero el recorte vuelve al libro http://elpais.com/diario/1996/04/14/opinion/829432809_850215.html). En las primeras líneas te encuentras con la respuesta a tus preguntas. Estabas intentando acertar con la fórmula precisa que diera con la esencia de los estados. Según acabas de escribir “esencia de los estados” das con la respuesta: no hay solución. En inglés el verbo to be y en francés el verbo être se traducen tanto por ser como por estar y no es, no son, lo mismo. Ser implica una esencia, una inmanencia, una trascendencia; estar lleva aparejada la idea de transitoriedad. Si algo simplemente está, mañana puede no estar, luego no es. Estar guapo no equivale a ser guapo. El estado está, no es, no es para siempre. La historia lo confirma. Nadio dio todavía con las especificaciones técnicas que delimiten con precisión qué pueblos tienen derecho a constituir un estado y cuales no y donde se fijan con exactitud las fronteras. Determinar equivale a distinguir, discernir. Quizá se entienda mejor con una perogrullada: determinado es lo contrario de indeterminado, pero la determinación no queda ahí. Tenemos una segunda acepción.
Actuar con determinación es hacerlo con osadía, con valor. El derecho, la lengua, las costumbres, la instrucción académica y otros factores van barnizando lo que en principio es un cuerpo no del todo homogéneo. Ese barniz a veces acaba formando costra o caparazón, pero también consigue irse infiltrando capilarmente en la masa hasta obrar también una cierta transformación interna. Detrás de todo, en particular detrás de la instrucción y del derecho, está el poder político, normalmente encarnado en un líder, aunque sobre esto tendrás que meditar más a fondo. No estás muy seguro del acierto de la ideología socialista al otorgar una especial prelación a las masas.
Llevado al campo político, autodeterminación sería decidir con atrevimiento los límites precisos de un pueblo para concretar un Estado, una doble determinación, puramente voluntarista cabe añadir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario