LECTURA DE LA PRENSA. LA FORMACIÓN
La Nueva España publica un editorial los domingos dedicado a una cuestión de actualidad. En general destaca lo mal que lo hacen las administraciones públicas, toque el tema que toque: la conservación de los bosques, la conservación de las casas, la pesca marina, la pesca fluvial, la pesca deportiva, el deporte de competición, el deporte amateur, el deporte escolar, la industria armamentística, la industria de la paz. Para un medio liberal las administraciones son malas per se. Si las administraciones con competencias en la materia son de un color que no agrada al periódico, solo queda dibujar a un gestor con rabo y cuernos. Esta semana le tocó la leña a la formación. Tenemos un gran futuro: parques eólicos, big data, factorías verdes, industria del hidrógeno, rehabilitación de edificios para eficiencia energética, ciberseguridad, instaladores fotovoltaicos. Y los políticos, miopes. Y los empresarios, impotentes.
Por un momento, a uno le gustaría que se sacara una foto fija de las necesidades actuales en un momento determinado y preguntar a los demandantes de esos empleos (no a los demandantes de empleo sino a los demandantes-empleadores): “Oiga, y a este instalador fotovoltaico que Vd. va a emplear durante seis meses ¿qué profesores le dan clase? ¿dónde se formaron a su vez? ¿qué habilidades deberían tener esos trabajadores? ¿qué tendrían que saber hacer? ¿y pasados esos seis meses qué hacemos con ellos? Es posible que el Estado deba ser más intervencionista en materia de formación: limitar el presupuesto en aquellas materias que el mercado no es previsible que demande; reconvertir el profesorado correspondiente, asumiendo la oposición que es de esperar de gente calva y con canas.
Da la impresión de que la gran formación generalista debe desaparecer y ser sustituida por cursillos prácticos de dos meses. Teoría poca. Uno está convencido de que se puede enseñar cualquier cosa a gente que preste algo de atención durante dos meses de formación intensiva. El resto del año estarían a verlas venir. Claro que, si durante unos años no prepararon materias en principio absurdas y que no van a ejercer en la vida, en esos dos meses de formación intensiva, les fa a faltar el hábito de la preparación. Por seguir con el ejemplo del instalador fotovoltaico, uno preguntaría a su empleador: entre los diecisiete y los dieciocho años, este chico va a formarse intensamente en esa rama industrial, pero ¿qué formación recibió cuando tenía diez años, y once, y doce, y trece, etc.?
Obviando los casos en los que los formandos quisieran prepararse para algo a lo que tienen que renunciar por limitaciones económicas, ellos y sus familias disponen de un abanico amplio de posibilidades. Hacen unas estimaciones en las que valoran lo que les gusta y qué salidas laborales tiene esa especialidad. Es aventurado prepararse para algo que todavía no existe. Da la impresión de que estos ultraliberales del editorial querrían ser superintervencionistas en materia de formación y señalar exactamente a qué tiene que dedicarse cada uno.
Quitemos aridez. Demos cancha a Elvira Lindo, que en su artículo de El País habla de formación en las últimas líneas, una formación muy específica.
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LECTURA DE LA PRENSA. EL ABUELO CEBOLLETA
Olga Merino titula su columna de hoy: “El abuelo Cebolleta habla con los adolescentes”, y cuenta una versión personal del abuelo Cebolleta aplicado a sí misma. Leer la noticia de unos quesos decomisados a unos rumanos en un mercadillo de Oviedo le da pie a uno para recordar otra historia de quesos robados de la que se libró por los pelos. Ahora tiene uno que contar con detalle una historia de la p. mili ferroviaria, porque si no se cuenta con detalle, no se entiende.
Esa investigación la realizó la temible brigadilla de la Guardia Civil, tan especializada en la represión política y sindical de los ferroviarios como en la investigación de hechos como los acaecidos entre Pola de Gordón y León. Así que, memoria histórica aparte, uno tiene un grato recuerdo de la brigadilla. Y la enseñanza de que nadie es tan bueno que no tenga un día malo ni tan malo que no merezca un reconocimiento.
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