Entras en los servicios de la oficina, te lavas las manos, y a partir de ahí tienes varias alternativas: secarlas a un pañuelo, sacudirlas, utilizar el papel de celulosa o poner en marcha el secador eléctrico. ¿Por qué tienes allí mismo dos alternativas, además de esas otras más heterodoxas? Quitarías de inmediato una de ellas, la que sea, sin echar demasiados números. Seguir así te sume en la duda diaria, mañana y tarde, cuantas más veces más dudas.
¿Cuál es más barata? Habría que hacer números: la inversión en el respectivo equipamiento, la amortización, el coste mantenimiento, el papel de celulosa, el consumo eléctrico.
Pero ese dato es cortoplacista, cicatero, porque la pregunta relevante es ¿cuál es más sostenible desde el punto de vista medioambiental? Venga retumbar ideas en tu mente: la tala de bosques, la degradabilidad del plástico, del material metálico, del cableado, la emisión de CO2.
Un amigo que se mueve en el mercado de los suministros higiénicos y sanitarios, con quien consultaste la terrible duda, te aconsejó que nada de utilizar los secadores eléctricos, que como efecto colateral remueven las bacterias que pululan en esos ambientes.
Precio, Medio Ambiente, Salud. Por si era poco un dilema, un trilema.
1 comentario:
Otra duda más, ¿Made in....?.
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