Son los anuncios y la sección de morralla informativa de lo que vive un semanario, no las noticias atrasadas del boletín oficial. La reina Ana ha muerto. Publicado oficialmente en el año mil y. Heredad sita en el municipio de Rosenallis, baronía de Tinnahinch. A todo el que pueda interesar inventario de conformidad con las normas vigentes detallando una partida de mulas y alfaraces exportados desde Ballina. Notas agrícolas. Donaires. Chascarrillo semanal de Phil Blake. La página para pequeñines del tío Toby. Consultorio de palurdos. Estimado Sr. Director ¿cuál es la mejor cura para la flatulencia? Me gustaría ese papel. Se aprende muchísimo enseñando a otros. Ecos de sociedad. C.T.F. Casi todo fotograbados. Bañistas bien proporcionadas en playa dorada. El globo más grande del mundo. Doble boda de hermanas se celebró. Dos novios que se ríen con ganas el uno del otro.
Los párrafos anteriores no son, no pueden ser de la propia cosecha. Pertenecen a un capítulo del Ulises de Joyce que intenta recrear, con su estilo inconfundible, el ambiente que se vive en la redacción de un periódico dublinés. Ese párrafo pertenece al epígrafe que el propio Joyce tituló “Cómo sale a la calle un gran diario”. Según uno lo leía, con la mezcolanza de ideas y frases, algunas a medio hacer, veía alguna conexión con esos comentarios que uno publica en esta esquina, una especie de tormenta de ideas a veces sin ningún punto de unión entre sí. En esas estamos y en esas seguimos saltando de los sucesos trágicos a la viñeta simpática, de un comentario deportivo a un sesudo editorial, de un anuncio de colonias esnifables a los borradores sediciosos y malversados.
El covid está medio olvidado, pero ahí sigue. En La Vanguardia lee uno una columna de Albert Gimeno, escandalizado por el comportamiento social de la mitad de los ciudadanos que se ponen por montera la obligatoriedad de la mascarilla en los transportes públicos. A las autoridades no les ‘pega el tiru’ hacer cumplir la ley en este punto. Cuando el incumplimiento de una norma es masivo, el Estado carece de medios para hacerlo cumplir. Podría sancionar a unos pocos pero no tienen posibilidad de ejecuciones ejemplares, que podrían ser tumbadas en los tribunales por arbitrarias. Por lo que uno observa desde las aceras, el viajero de aquí cumple la norma, que a uno le parece bien ya que en espacios cerrados con alta ocupación por metro cúbico el riesgo es evidente, no así en los espacios abiertos, que desde el minuto uno le pareció a uno una medida absurda. Insolidario e insensato (pero uno respeta otras opiniones y no entra al trapo, por lo que luego dirá) parece la petición de aerolíneas y agencias de suprimir la mascarilla en los aviones. Es cierto que es un absurdo la norma que obliga incluso a aeronaves extranjeras a que los pasajeros lleven mascarillas si sobrevuelan el espacio aéreo patrio pero la territorialidad de las normas y de los poderes tiene estas consecuencias ridículas.
Cuenta de pasada David Trueba en El País “Como ha sucedido con las redes sociales, la violencia del lenguaje antecede a la violencia física y causa la renuncia al debate”. Lo de la violencia en el lenguaje lo admite uno únicamente como metáfora. Hay otras formas de hablar menos histriónicas. No obstante, está uno de acuerdo en el fondo. Cuando en una página abierta, que admite comentarios, se dice que tal propuesta o tal decisión es una idiotez, disuade al prudente de cualquier opinión en contra so pena de verbal lapidación porque, además, se da la circunstancia de que, para evitar males mayores, en la práctica solo afloran los aplausos.
Duda uno si un comentario de Rosa Belmonte en ABC es machista. Hay quien diría que sí si lo alberga el ABC, máxime si lo firma Rosa Belmonte aunque sea una mujer. Al referirse al caso de Eva Kaili, la vicepresidenta de la Eurocámara, detenida y acusada por corrupción y otros delitos económicos escribió: “Este tipo de noticias deberían ir sin foto. Hacen perder la objetividad”. A uno le hizo gracia, pero a lo mejor es un machista subyacente.
Por seguir por esa senda peligrosa, se fija uno en unas declaraciones -foto incluida- de la pianista Yuja Wang: “La edad de ir de sexy ya me ha pasado”. Uno desconocía en qué descollaba Yuja, pero para comprobar qué piensa Google de la pianista seleccionó en el buscador qué imágenes emergían en la pantalla principal. Ahí van. Uno desconoce si el público acudía a los conciertos más atento al oído o a la vista. Allá cada uno.
***
***
LECTURA DE LA PRENSA. FUSIONES Y PIRUETAS
Todos los medios destacan en sus portadas la esperanza de la fusión. Uno se fía de la escueta precisión del titular de El País“: “El ensayo con éxito de la fusión nuclear abre una vía a la energía inagotable. Un laboratorio de EEUU logra por primera vez que una reacción atómica genere más energía que la empleada”. Uno no entiende ni papa de esa materia, así que renuncia a adentrarse en el contenido de la noticia. En el caso de atisbar algo, lo olvidaría a los cinco minutos. Se queda con el dato de que los resultados efectivos no se materializarán hasta dentro de cuarenta años. Ahora juega uno al futuro desde el pasado. Tiene uno gran cariño a una colección de cien libros breves y con muchas ilustraciones de la editorial Salvat. Publicaba un número cada semana y la temática era de la más variada. El que los haya leído y comprendido todos se habrá convertido en un hombre más que culto. Hojea uno ahora qué habrá podido publicarse en 1973 en el libro “Los átomos”, que hacía el número 6 de aquella colección. Su capítulo final se titula precisamente “Control de la fusión nuclear”. Estas son las últimas palabras del libro: “Las conclusiones derivadas del empleo de estos aparatos, que por ahora consumen más energía que la que producen, hacen pensar que en un plazo de diez años se habrá solucionado el problema de obtener electricidad directamente del plasma. Él camino hacia su utilización industriales es más largo; muchos científicos consideran que habrá que esperar bastante para obtener en gran escala la energía producida en la fusión nuclear”. Poco después de los cien libros de Salvat, unas editoriales ligadas al Opus lanzaron otra serie de cien libros. Uno ya hizo esfuerzo bastante en conseguir la serie completa de Salvat y de esta segunda colección solamente se hizo con alguno, por ejemplo, con el que se titula “Las fuentes de energía”. Presta releer qué pronósticos se aventuraban en el año 1975. Ahí van: “La explosión de la primera bomba de hidrógeno, en 1951, supuso el logro de una fusión nuclear no controlada e instantánea; desde entonces, los científicos e ingenieros atómicos no han dejado de suavizar y controlar el proceso de la fusión atómica. Pese a las muchas dificultades encontradas, las reacciones nucleares de fusión controlada de los isótopos pesados de hidrógeno, se anuncian como solución al problema de la energía. En los Estados Unidos, Europa, Japón y la Unión Soviética, se están haciendo grandes experimentos, y es posible que, al final de la presente década, se llegue a resultados concretos y positivos en este sentido, y según los expertos, para la década del 90 entrarían en funcionamiento algunas centrales nucleares de fusión”. ¡Qué candidez!
De átomos sabe uno poco, si exceptuamos su etimología: lo que ya no se puede partir más. De Derecho sabe algo más, pero poco y con tendencia al olvido o, lo que es peor, a dar por buenos conceptos erróneos. Con esas limitaciones uno se aventura a pensar que la ocurrencia del ejecutivo de modificar la exposición de motivos de una ley, pero no el articulado en sí, para que los jueces interpreten de determinada forma la ley del ‘solo sí es sí’, es una pirueta jurídica poco estudiada en las facultades de Derecho, pero alguna vez las cosas, los argumentos y las teorías se inventaron o aplicaron por primera vez, y al que parecía chiflado le dieron un premio por su originalidad. Uno sacó la carrera a trancas y barrancas. Como atenuante, sirva defenderse alegando que ya hacía de ferroviario por las estaciones. Así y todo, un día de inspiración del Catedrático de Derecho Constitucional le puso una matrícula en la materia después de un examen oral. El doctor Punset preguntó que era el principio ‘ultra vires’. Como a uno siempre le gustaron los latinajos, para pasmo general, esa tarde uno recordó perfectamente que era el principio que limitaba la posibilidad de que los textos refundidos de las leyes se excedieran de la autorización que las Cortes daban al Gobierno cuando tenía que refundir varias leyes, y también cuando el mismo Gobierno se excedía reglamentando más allá de lo que autorizaba una Ley de Bases. En este caso, uno cree que el ejecutivo se pasa también de frenada aunque en buena teoría de Derecho, la interpretación auténtica es la que lleva a cabo el propio legislador a través de leyes posteriores, y la que se anuncia es una ley posterior. Sin embargo, la posibilidad de que una exposición de motivos tenga fuerza suficiente para que los jueces sigan una determinada interpretación es muy arriesgada, y así lo reconocen todos los tratadistas en la materia. Por ejemplo, aquí http://gonzaleztorresabogados.blogspot.com/.../el-valor...
Con estas dos batallitas agotó uno el espacio y la paciencia propia y ajena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario