Lee uno en El Comercio de Gijón que el papel del teatro, las críticas y las biografías ponen el broche al V Congreso de Escritores de Gijón. Una noticia algo anterior, -algo anterior a 1980-, fue rescatada de un trastero de León estos días por un amigo. Es la crítica que publicó un diario de esa capital, de una obra de teatro en la que participó este bloguero como miembro del grupo Arrabal, nombre de doble sentido. ¡Estábamos tan orgullosos de nuestra obra, de cómo nos había salido, y el crítico salta al día siguiente aludiendo al griterío estemporáneo (así, con falta y todo) de algunos actores! Puede que fuera un dardo directo al que suscribe, que, además de recitar un poema de Bertolt Brecht, tenía que denunciar algo. Habría que gritar, ¿cómo si no?
Uno puede dedicarse a criticar o a la crítica, que no es exactamente lo mismo, aunque compartan raíz. Criticar no precisa mayores explicaciones. Sin embargo, conviene dedicar unas líneas a la etimología de ‘crítica’, que proviene del verbo griego ‘krinein’, separar, decidir. Comparte origen con ‘crisis’. El inolvidable D. Isaac nos decía ¡en la clase de francés, no de historia! que crisis era una aceleración inhabitual de los ritmos históricos. Por cierto, ejerció también de director de un grupo de teatro.
Vaya un recuerdo para aquellos tiempos del teatro.
Voz primera:
Yo recuerdo un poema de Bertolt Brecht.
Puedo decir un poema de Bertolt Brecht.
Todos:
Dinos tu poema de Brecht
Voz primera:
El cielo está gris.
A lo largo del arroyo
No gana casi nada.
No tiene techo.
No puede ser bueno.
Tiene frío como un perro.
No es misericordioso.
No tiene amigos.
Lleva zapatos rotos.
Está enfermo.
Es un criminal.
No gana casi nada.
Marcha a lo largo del arroyo.
El cielo está gris.
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LECTURA DE LA PRENSA. ESTRUJAR
“Batalla entre las aseguradoras por robarse clientes en la crisis de inflación. El sector asume que, ante el aumento de precios, la fidelidad de los usuarios es menor. Las entidades jugarán con el precio para intentar captar clientes, pero también con el nivel de coberturas”. Estos son los titulares de una noticia publicada en El Mundo. Esta otra en La Nueva España: “Los gruistas de auxilio en carretera, en pie de guerra contra las aseguradoras. Empresas asturianas se suman a las protestas por los precios que reciben por sus servicios”. En realidad, podría tratarse de la misma noticia o las dos caras de una moneda. Uno sostiene que personas con tiempo (un jubilado, por ejemplo), algo de formación y bastante tesón son las que tiran los precios hacia abajo a base de pelear euro a euro en las batallas presenciales y telefónicas contra las compañías de seguros, las telefonías, la banca, los concesionarios de automóviles y el comercio en general. A su vez esas compañías, a las que arañan los márgenes, desplazan los números hacia sus proveedores, que pueden ser los trabajadores (los hijos o los nietos de los jubilados que pelean euro a euro) u otros eslabones más débiles de la cadena de producción. El abuelo, orgulloso de que le quiten esas comisiones bancarias que le fueron cargando, y de haber conseguido unos céntimos por ciento más en sus depósitos a plazo, a base de que su nieto eche todas las horas del mundo intentando colocar productos y seguros a los clientes en ese mismo u otro banco.
Por seguir con la banca, lee uno en El País que la banca ética de Triodos se adentra en los juzgados, que decenas de clientes denuncian a la entidad holandesa por la depreciación de un producto vendido a 43.500 personas. Uno pasaba casi todos los días frente a la oficina que tenían en Oviedo, hasta que un buen día bajaron la persiana. A juzgar por la inmensa mayoría de gente descontentísima con la banca, uno meditó muchas veces para sus adentros: toda esta multitud tan crítica con la banca monopolista, tiene que estar a punto de pasarse a la banca ética de Triodos, pero por los visto, la criticona clientela sigue prefiriendo las garras del gran capital en vez de la seráfica Triodos.
Podemos, a punto de romper en Asturias, con “agresiones verbales” entre los dos sectores. ¿A Podemos, amigos del histrionismo en general y del verbal en particular (y aquí no es capaz de distinguir uno a esos dos sectores que pleitean) no le servía con referirse a a los diáfanos u entendibles insultos o descalificaciones, que tienen que hablar de ‘agresiones verbales’ para que parezca más?
Escribe Azahara Palomeque en El País un artículo titulado “El día que decidí no comprar nada. Ahora que se acerca la Navidad, vale la pena pensar qué ha hecho el consumismo con nosotros, cuándo nos transformó la posesión de la mercancía en rehenes de sus encantos hasta reducir el raciocinio a mero impulso. Dejar de adquirir cosas o, al menos, frenar el ritmo, aportaría un bienestar incuestionable”. Sí y no, como casi todo en la vida. Uno es de esa misma opinión. La actitud racional y espartana que defiende Palomeque, abocaría a corto plazo a reducciones drásticas de empleo en todos los sectores relacionados con la fabricación y distribución de todos esos productos que nos sobran. A uno le gustan los escaparates armoniosos y originales, iluminados de noche. Le gusta verlos, pero es todo lo contrario de un comprador compulsivo. Es más, es de los que considera que tiene demasiadas cosas. Lo ideal sería que el pueda y quiera comprar, que compre y así engrasa la economía. El que no pueda comprar, que se mentalice de que esa opción ética es la mejor. Si se autoconvence de su superioridad moral, no se verá avasallado por la sociedad de consumo: allá ella. Los demás tienen que respetar su opción, siempre que no ahorre en jabón.
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