Un reportaje dominical del periódico te lleva a largas
conversaciones en La Romía cuarenta años atrás o alguno más. Los primos de La
Romía tenían siempre en la repisa de la cocina un montón de viejas revistas de Reader’s
Digest Selecciones, que no sabes si sigue existiendo. El formato te
recuerda a los catálogos de Ikea.

Te maravillaba que tu tío Valiente fuera capaz de memorizar
párrafos enteros de aquellas revistas o de Cambio16. Entonces no había televisión.
Más tarde, todas las casas se fueron haciendo con una pero los tíos
nunca la tuvieron. Realmente no la necesitaban, estaban suficientemente
ilustrados con aquellas revistas atrasadas que traían de Madrid sus sobrinos
Paco, Matilde y Jose. Con eso y con las pláticas que se entamaban en cualquier
hora del día o de la noche en aquel punto de parada obligatoria para tanta
gente al borde la carrera nacional. Tenían una profunda cultura a base de charlas
y meditaciones pero estaban ‘hambreaos’, palabra que no se te olvida y que te enseñó
la existencia de las desigualdades.
'Hambreaos' y todo te dejaron medio millón de pesetas sin recibo alguno para la entrada del primer piso que compraste. En tu casa no había ese dinero.
1 comentario:
¿Será por eso por lo que hoy vives como un acomodado librecambista aburguesado? La doctrina marxista no deja de ser un propósito utópico.
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