Hace tiempo un viejo amigo, en una de esos desgraciados
encuentros fugaces, desgraciados por fugaces, te contó que iba a coger o que
acababa de terminar un año sabático, no recuerdas bien el dato. Ignoras qué
razón te dio entonces, pero como avalas a los que aprecias, te convencieron las
razones, que tampoco sabes cuáles fueron. Eso mismo lo tildarías de boutade si te
lo cuenta otro de neutros quereres.
Te acabas de enterar de que aquel año sabático en realidad
lo dedicó a encaminar la educación del hijo que tenía con síndrome de Down. Hoy
se puede demostrar que aquel paréntesis obtuvo un merecido resultado. Lo acabas
de saber por variadas fuentes.
Inevitable estremecerte.
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