Ves en el periódico la esquela de Rafael Rubiera Rodríguez, que
estuvo de enganchador en Lugo de Llanera, con el que trabajaste varios años. Era
de los buenos. El hombre de las tres erres, según un día lo bautizó de Celis,
otro veterano ferroviario de León, que coincidió con Rubiera en alguno de sus
respectivos destinos ferroviarios.
Como el día de la esquela estabas en Lugo de Llanera te
acercaste a ver qué vagones había en ese momento en la estación en la zona de vías
donde normalmente se desarrollaban las maniobras, en el lado sur. Buscabas imágenes para avivar los recuerdos, pero poco queda de entonces. Hoy los trenes
suelen ser puros, indeformables de origen a destino, entonces había mucho vagón
disperso, que justificaba la existencia de estaciones de clasificación, como la
de Lugo de Llanera.
El primer destino civil que uno tiene, después de la formación
ferroviario-militar, nunca se olvida. Siempre consideraste una suerte caer en
Lugo de Llanera, entonces estación importante por ser la principal estación de clasificación
de vagones de mercancías de Asturias, pero también con algún
apartadero-cargadero y un nada desdeñable movimiento de viajeros, que se
incrementaría con el tiempo. Incluso paraba entonces el exprés de San Juan de
Nieva.
Rubiera era uno de los enganchadores a quienes, a través del
capataz de maniobras, tenías que encargar la formación de trenes, operación de
la que no siempre comprendías el porqué y que malamente podías transmitir con
convicción, salvo la genérica apelación de que a ti te lo mandaban y tú tenías
que mandar.
El problema de un centro de producción puro y duro como era
Lugo de Llanera es que el resultado final y el cliente estaban lejos, y a
vosotros nadie os explicaba el porqué de las cosas. Otros ferroviarios veteranos habían
trabajado en San Juan de Nieva o en Nubledo o en Gijón, más raramente en las
factorías de lo que entonces era Ensidesa, y podían entender por qué los vagones
de los trenes tenían que organizarse en un determinado orden; tú, inexperto, no
alcanzabas a comprender aquellas disposiciones; o que un día el Puesto de Mando
ordenara recopilar todos los vagones vacíos destinados (consignados es el término
ferroviario) a Trasona-Ensidesa, el tren quedara formado, pero como la máquina
nunca llegó, veinticuatro horas después el tren seguía allí y entonces el mismo
Puesto de Mando ordenaba entresacar solamente determinado tipo de vagones para
un nuevo tren con el mismo destino. No comprendiste aquellas operaciones hasta
años después, cuando te encargaste durante un breve tiempo de la coordinación del tráfico siderúrgico. Entonces
entendiste que aquellos vagones que no pudieron salir en el acto, al día
siguiente ya no los necesitaban en la factoría porque se habían recibido de León
o de otro punto, y los que precisaban ahora eran de otro tipo.
Desde entonces te percataste de la necesidad de explicar el
porqué de las órdenes, incluso de las que pueden parecer más absurdas.
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