Te relajabas viendo el partido del Madrid charlando con un
colega de barra sobre la aburrida cuestión de si el penalty había que tirarlo
fuerte y a media altura o raso y colocado cuando llega un parroquiano y comenzáis
a platicar sobre viejas andanzas del concejo de Lena e historias ferroviarias veraces
o inventadas, pero verosímiles.
Te cuenta que antes de dominar las valencias, los cloruros y
los cloritos atacó traviesas y carriles y, con considerable disgustó, realizó
funciones de capataz hasta el día en que, enfrascado en su función de equilibrado de vía,
temió ver en tierra el tren que con gran estruendo se aproximaba a su tajo. Todavía
hoy se agacha para recordar el desnivel de los carriles y como parecía que
bailaban como esclusas con la máquina casi encima.
Después de aquel susto renunció a la función pero todavía
tuvo ocasión de ver otro día acercarse el expreso que segundos después
descarrilaría en Villallana. Le viene a la mente la cifra de diecinueve
muertos. Lo consultas en la hemeroteca y la cifra es creíble así que a lo mejor
son ciertas el resto de historias. Ya le parecía que aquello venía a mucha
velocidad y no tardó en ver la montonera de coches en el terraplén. Corrió
inmediatamente a prestar ayuda y vio a una mujer atrapada debajo de los vehículos
únicamente con las piernas al aire y el asustado marido a su lado.
A nuestro contertulio se le plantea la duda: ¿cómo voy a cogerle
las piernas estando al lado su marido?, a lo que el marido respondió:
-
Tire de las piernas o de donde sea, de donde sea.
Nuestro héroe tiró de las piernas vivas, que tenían poco más
que magulladuras y un susto de esperar.
Después del rescate, como nuestro personaje tenía bicicleta
se pasó la mañana dando avisos y llevando telegramas.
Será verídico o estará adornado, pero ¿no es mucho más
interesante que discutir si hubo tropezón o zancadilla?
No hay comentarios:
Publicar un comentario