En vez de acudir a las fiestas religiosas o cívicas del Día de Asturias, escapas del terruño y te acoplas a un largo fin de semana en familia. Si por ti fuera, en tu inventario de bienes no se incluiría ninguna maleta. Sin embargo, de vez en cuando te organizan un viaje a la República Dominicana o a Italia o a Galicia mismamente y no te arrepientes.
Galicia es una fiesta artística y gastronómica, pero ¿dónde acudir entre tanta oferta? Tu hija te despejó la duda y te ilustró sobre las últimas tendencias: donde aconseje el Tripadvisor, ese programita (App?) que recoge las valoraciones que espontáneamente (quieres suponer) los usuarios van dejando en el ciberespacio. Antes de tomar un triste vino de Ribeiro o un Albariño, en la misma puerta se comprobaban las calificaciones que voluntariosamente se fueron otorgando a cada chiringuito. ¿Veinticinco valoraciones buenas y una mala? Veamos la mala. Si la crítica se presumía tangencial, adelante.
En Tui/Tuy te sorprendió ver un coche bajo el mismo pórtico de la catedral, igual que en la iglesia de Lugo de Llanera. En el mismo Tui, con cada vino, entonces todavía Ribeiro, dos tapas nada despreciables. Aquello prometía.
En la primera comida, en un cruce como el de Posada de Llanera, no faltaron la empanada ni los pimientos de Padrón, que no llegaron a picar.
En el alto de Santa Trega/Santa Tecla, visita informal al castro. Coincidía con el inicio de una visita guiada, pero el objetivo del viaje no era una inmersión cultural en el sentido libresco de la palabra. Os valió con enteraros de que esa carretera que utilizaste para llegar hasta la cima supuso una destrucción parcial del castro. ¡Qué mala es la civilización!
Tocaba noche en Baiona/Bayona. Las críticas de Internet hablaban de posibles ruidos o molestias nocturnas en el hotel. Pensabais ¿será por los contenedores de vidrio situados frente a la ventana, en el puerto? ¿será por la movida de la calle principal o acaso por la de la calle del interior? No hubo tal. Como lirones. Geográficamente Baiona tiene una orientación favorable para tomas fotográficas de una puesta de sol. Las nubes vespertinas del horizonte marino impidieron que tu hija la pudiera recoger en su cámara. No habría otras oportunidades. Se compensó con unos percebes en un barín arreglado.
Llegas a Pontevedra y estaciones en el aparcamiento situado bajo el mercado. Al subir a los puestos te sorprende no ver listas de precios: se negocia euro a euro. Ese día se celebra una feria medieval en la ciudad y la mayor parte de los vecinos se visten para la ocasión, nada parecido a otras ferias medievales que tienes visto por tu tierra.
De camino hacia Combarro hacéis una parada en el Monasterio de Poio. La visita guiada estaba anunciada para dentro de media hora pero no era un fin de semana de erudición. Destacable el alargado hórreo en desuso.
El aprovechamiento turístico de Combarro te pareció excesivo y agobiante, mejor la segunda o tercera línea de mar.
Noche en Portonovo, donde os había costado encontrar alojamiento como consecuencia seguramente de una concentración motera. Tras consultar el Tripadvisor, cena en una taberna de la ruta de los vinos. La cuenta no llegó a los veintinueve euros para tres e incluía una deliciosa zorza. No pongamos reparos a la falta de mantel, a donde fueres haz lo que vieres. Tu hija hizo una exhibición ante el atónito camarero al pelar unas gambas con tenedor y cuchillo.
El hotel era caro y siniestro. El amabilísimo empleado se movía con agilidad con dos muletas bajo las axilas, pero no os pudisteis quitar de la cabeza que allí podía rodar Hitchcock sin mayores atrezzos añadidos.
A partir de Cambados os pasasteis definitivamente al afrutado Albariño. La cuenta de una docena de ostras con tres vinos ascendió a trece euros e incluyó una tapita de garbanzos con callos y una porción de empanada más que curiosa. Por suerte no había báscula en las proximidades.
A O Grove fuisteis exclusivamente a comer una mariscada, y cayó. Casi todo a la parrilla. La verdad es que por el marisco cocido no das un duro. Se empeñó en pagar tu hija. Pase.
En La Toja/A Toxa, lo que hay que ver en La Toja. Lo más destacable el ruido de fondo de la conversación de café, donde un militar asturiano a tu espalda, exhortaba a sus amigos sobre los valores de la integridad, la dignidad y el necesario apoyo de los mandos a los suyos. Mientras se prolongaba la conversación te entretuviste en adivinar, sin ningún éxito, cómo serían sus facciones.
Una parada obligatoria en La Lanzada para recordar el paraje donde pasasteis una semana de vacaciones hace unos veinticinco años. El recuerdo, para siempre ventoso aunque nunca más vuelva a moverse una hoja en La Lanzada.
Noche en Sanxenxo/Sanjenjo. Supera las expectativas. La bañera, con hidromasaje, pero nadie la había pedido. Un exceso. En tu casa hay una de serie. Se utilizó una vez. Los bordes altos, nada útiles según uno va entrando en años. Inversiones absurdas de cara a la galería. Nuevamente zorza y navajas. Como los de la mesa contigua miraban de reojo para la zorza preguntándose qué sería eso, tú hija les dio un trozo a probar. Resultaron ser de Sotrondio y casi quedamos para las fiestas.
En Santiago, que el santo te lo perdone, como te perdiste de los tuyos en la catedral, saliste a tomar un Ribeiro mientras tu santa y tu hija hacían cola para abrazar al señor Santiago. Nuevamente un buen gajo de empanada. ¡Virgen Santa!. También entraste a ver el rectorado, con toda la información en gallego, como en el resto de instituciones públicas. Sin embargo, cuando interesa vender pisos, enseres o viandas, en castellano para que lo entienda todo el mundo.
Por esos santos caminos ibas encontrando pueblos y asociando apellidos de futbolistas, jueces, sindicalistas o amigos ubicados en tu tierra: Bouza, Lagares, Couto, Castro, Pazos, Campelo, Santiso; o el Barrantes de Torrente Ballester.
Parada en Foz para descansar y a casita.
1 comentario:
¡Me encantó! Un gran resumen para una gran escapada.
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