Como todos los sábados que puedes, hoy con más margen porque tu señora tenía una comida de empresa, fuiste al Fontán pero solamente pudiste echar una ojeada al periódico. Antes de llegar, en la plaza de la catedral te encontraste con dos buenos amigos coristas (hoy fue de coros) que te plantearon una pregunta a la que no supiste responder. Deberían saber que Buridán duda más que sabe. La cuestión era si un cirujano que se había jubilado a los sesenta y cinco años y volvía a trabajar suspendía la jubilación además de arriesgarse a una bajada de las bases de cotización. En lo tocante al Derecho de la Seguridad Social tiraste la toalla ante la imposibilidad de estar ni al día ni a la semana. Ni siquiera puede uno guiarse por la intuición o llenando los vacíos con la lógica de los conceptos jurídicos estudiados en su día.
Llevaba un montón de días lloviendo de continuo en Oviedo y la gente estabas harta de la casa. Había que salir. Cuando sale todo el mundo buscando esas rayaínas de sol, te joroban porque las mesas de la sidra están muy solicitadas. Para ti, un sábado nublado es la justa cuenta.
Así y todo, te lo tomaste con paciencia e hiciste una parada previa en un chiringuito que también ofrecía sidra. Allí diste un somerísimo vistazo al periódico. Con la sidra te pusieron dos pinchos de cortesía, muy buenos, dicho sea de paso, aunque tú eres un estómago agradecido, y no se tome por donde no se debe. En la mesa contigua una jovencita leía una revista mientras tomaba un mosto a la vez que intentaba someter con palabras y cariños humanos a un enorme mastín que amenazaba con engullir los (tus) pinchos próximos, con disculpas que aceptaste. Ante algunos animales no sabes si es procedente sonreír como si se tratara de niños o inventar carantoñas que no te salen. Tanto parece que los quieren sus dueños y señores.
No tardó en llegar tu amigo corista de la foto, con el que departiste un rato agradable hasta que llegó la retratista, socialista de pro, de la rama de los incombustibles y que no por eso deja de ser leal y fiel colaboradora el alcalde de Oviedo, del Partido Popular. Además, como su madre canta en el Coro de Oscus, dirigido por el mismo diapasón que el tuyo no os dabais vez, porque temas comunes teníais y mudos no sois, vive Dios.
Cuando llegaban unos marchaban otros y no tardaron en pasar por allí dos buenos amigos del coro que están pasando un pésimo momento laboral. Te acuerdas de ellos todos los días, aunque no les dediques ninguna oración. Terrible el drama económico y psicológico del paro.
Cambias de parroquia. Ya hay sitio en las viejas mesas de madera titulares. Puedes pedir el pincho de picadillo, pero casi no tienes margen para darle un bocado porque llega ese otro amigo de La Muela al que habías dejado el programa del árbol genealógico y después de un año te lo devuelve sano y salvo. Hablando y hablando, no sabía que hubiera muerto en Barcelona su madrina, Conchi la de teléfonos. Como recopilador de esquelas, se la mandarás.
Como no podía ser la única noticia mortuoria, te encuentras con un compañero que viene desde Barcelona al cabo de año de su madre, pero por compromiso con su hermana. ¡Poco les queda de vida a los cabos de año!
Como no podía ser la única noticia mortuoria, te encuentras con un compañero que viene desde Barcelona al cabo de año de su madre, pero por compromiso con su hermana. ¡Poco les queda de vida a los cabos de año!
A poco más, pasas allí la tarde y no te da tiempo a entregar a tu madre el disco de tonada asturiana que acabas de conseguir para su reciente cumpleaños. Además de unas fresas compatibles con su trabajada dentadura.
1 comentario:
Qué gratificantes son las tertulias, y más si son en El Fontán
Publicar un comentario