Si solamente hubieras leído una noticia o un anuncio en el periódico, si Miguel no te hubiera mandado por correo electrónico una invitación para acudir a la Casa de la Cultura de Lugones y asistir al acto central de la XV Semana Cultural organizada por el Grupo de Baile Principado de Lugones, habrías perdido la exposición sobre la música asturiana en los medios audiovisuales, la charla-coloquio consiguiente, tampoco habrías podido visionar la primera película rodada y producida íntegramente en Asturias ni finalmente habrías disfrutado de la presencia en el escenario de unos artistas absolutamente polifacéticos.
Como por suerte recibiste ese correo con más de una semana de antelación, anotaste la cita en el móvil y quedó reservada la tarde del viernes para un barnizado cultural.
Ya habías estado en alguna ocasión en la Casa de la Cultura de Lugones con motivo de una exposición sobre aperos agrícolas, organizada también por el Grupo Principado, que preside con tesón Miguel A. Manchado. Por cierto, fue el primer escenario donde actuaste como tenor(ín) coral.
En la charla-coloquio intervinieron, además de la concejala de Cultura de Siero, el director de la Filmoteca de Asturias Juan Bonifacio Lorenzo Benavente, el pianista Eduardo García Salueña y Héctor Braga Corral, cantante, músico y etnomusicólogo, que parece demasiado pero es verdad.
Chispeantes resultaron las intervenciones de Juan Bonifacio, que enmarcó en el tiempo y en el espacio la cinta que veríamos a continuación, Mieres del camino, de 1928, no sólo una película que narra los amores de una heredera de posibles y un minero, sino sobre todo una herramienta publicitaria patrocinada por la Fábrica de Mieres para promover la venta del carbón asturiano, que en aquella década sufría una nueva crisis, en esa ocasión de resultas de la finalización de la I Guerra Mundial, ínterin que supuso un gran auge para el carbón asturiano en detrimento de la hulla inglesa.
La película, muda, se exhibió como entonces era costumbre, con un pianista en las tablas que acompañaba con música las diferentes escenas. El músico, Eduardo García, ataviado con ropas que recordaban la belle époque, iluminaba a la luz de unas velas la partitura que compuso para acompañar musicalmente las diferentes escenas del cortometraje: el encauzamiento del río Caudal, las vagonetas del carbón, la bocamina, el cortejo, la fiesta, el baile asturiano, la boda.
Acto seguido Héctor Braga cantó a capela una habanera y una asturianada. Posteriormente una pareja del grupo de baile interpretó un par de piezas, en un caso con el mismo Héctor Braga a la gaita, y en otro caso con el violín, recurso novedoso que te dejó boquiabierto.
También el Coro San Félix de Lugones entonó para cerrar el acto “Mocina, dame un besín”, con la sorpresa de que el solo de la pieza corrió a cargo, desde el patio de butacas, del polifacético Héctor, sorprendente pese a que habían anunciado previamente que tocaba prácticamente todos los instrumentos y dominaba todos los registros musicales.
¡Lo que te habrías perdido de no haber recibido aquel correo! Lo que perdiste fue el tren, atascado en un torno, más que nada para solidarizarte con los sufridos viajeros de Lugones, no siempre bien comprendidos por ese ente, no de ficción, llamado la superioridad.
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