Circula por ahí un correo nada neutro que enumera los recursos de los Diputados: un iPhone 4S, un iPad, un PC en el despacho, un módem 3G, ADSL pagado en casa, asistentes en función de la representatividad, un despacho propio. Se listan también las beneficiosas condiciones de viaje, sus emolumentos fijos y variables, etc.
Pues bien, resulta que sus señorías han olvidado o extraviado en esta legislatura no menos de veinte tabletas, sin contar los robos. Por buscar un término de comparación de la diligencia, en tu dependencia provinciana lo máximo que tiene el personal son teléfonos móviles, unos cien. Averiguas someramente cuantos se extraviaron en los últimos años y no pasarán de dos o tres.
Ahora elevémonos.
El último poder de una democracia, dejando de lado el militar (fuerza y poder en la reserva) es el poder judicial; el que toma las decisiones inminentes es el ejecutivo, pero todos estos poderes derivan del poder legislativo, que permanece en la trastienda elaborando las leyes que los jueces aplican. El poder legislativo es la emanación de la voluntad popular.
Siendo así, no te parece excesivo que los diputados dispongan de esos medios, seguramente menos de los que tienen miles de directivos de miles de empresas, en particular si su función no la ejercen sentados permanentemente en el sillón de mando. Quizá quienes empujan y reenvían esos mensajes, a veces con cierta irreflexión, querrían ver al diputado metiendo monedas en una cabina telefónica o buscando un cibercafé.
Incluso con la crisis económica que estamos sufriendo, los diputados tienen que contar con medios tecnológicos adecuados para ejercer dignamente su actividad y su tarea de representación política. Ahora bien, los diputados son depositarios de esos elementos de trabajo y han de hacer uso de ellos con la diligencia de un buen padre de familia, por utilizar la fórmula tradicional del derecho romano, como haría cualquier persona responsable que recibe algo en préstamo o en depósito, es decir, con más cuidado que si los hubieran pagado de su bolsillo.
Ahora bajemos a tierra...o al fango.
Ahí sí fallaron los diputados, no en contar con esos medios, no en la potencia sino en el acto. Lo trascendente y preocupante del caso es que da a entender el esmero que dedican al cuidado de los asuntos públicos, de la res pública.
1 comentario:
Toda la razón. Hay que poner un límite y el que quiera más, que lo pague de su bolsillo, o de una de sus pagas...
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