La Constitución es para mí la supernorma jurídica pero también un recuerdo.
La norma. Como norma jurídica, no puedo leer un artículo cualquiera de ella sin, a la vez, fijarme en el título en el que está incluído por aquello de la interpretación sistemática, porque no todos los artículos valen igual. Unos son normas directamente aplicables, otros son principios que necesitan desarrollo, en fin que el exceso de saberes hace imposible una lectura ingenua. Voy “más allá”, como dice un compañero gallego ferroviario del que nos reímos en casa a cuenta de la frase. Lo malo de ese gallego es que no sabemos dónde quiere ir, solo lo sabe él, y hay que adivinarlo. Hace honor a la fama galega.
El recuerdo. Debía ser algo revoltosu en la mili porque tuve unos cuantos problemas, o quizá no era más que ese deseo de ir por libre que conservo. A veces pienso si soy una encarnación del “de qué se trata que yo me opongo”. Ir a contra corriente, sacar punta a todo tiene sus inconvenientes.
Es el caso que ya había tenido un problema en León por haber expresado una crítica velada o explícita hacia el cuartel central de Valladolid, al que estaba adscrita la Unidad de León. Por un comentario imprudente manifestado a un brigada de Valladolid una noche de trabajo en la estación de León sobre las cualidades del dichoso cuartel de Valladolid, tuvo que presentarme ante el comandante de la capital militar y dar cumplidas explicaciones: que no criticaba la estrategia de defensa del cuartel, que solo me refería a la dureza de hacer compatible el estudio y las guardias, etc. Me libré de un disgusto por la intercesión de mis padres, que hablaron con el entonces brigada del Regimiento de Pola de Lena, y algo habrá hecho. No me pasó nada, pero cogí fama. Y conservo el agradecimiento a Manolo, este brigada, que se jubiló (pasó a la reserva) de comandante. Cuando me manifiesto en contra de enchufes e influencias me acuerdo de algunos casos de la propia vida que me aconsejan, en frase pasada de moda, meter la lengua en culo.
Héteme aquí que hubo que votar la Constitución de 1978. No sé si habría alguna directriz militar sobre la conveniencia de favorecer el referéndum, incluso si de estar en contra, pero el teniente de León me mandó dar una pequeña charla a la soldadesca sobre la Constitución que se iba a votar. ¿Qué habré dicho? Ni idea. Lo que sí sé es que lo hizo por putearme. A lo mejor hice una última y cobarde defensa de los Principios del Movimiento.
Ni idea del nombre del tal teniente. Tengo compañeros que recuerdan el nombre de todos los mandos militares que tuvieron, y mira que hubo: en Cáceres, Valladolid, León, Zaragoza, Madrid. Tengo un tío lejano de ochenta años que recita de carrerilla el nombre de todos los mandos, desde el General al Cabo, amén de batallitas militares varias. Nunca me sentí cómodo con la gente que cuenta las historias de la puta mili. P.D. ¿Dónde estuve el día del referéndum, el 6 de diciembre de 1978? Ni idea, de manera que no puedo presumir de haberla votado.
2006/12/06
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