LECTURA DE LA PRENSA. VIENTRES DE ALQUILER
Hará diez años o así, un amigo que tenía una hija finalizando los estudios de Derecho, le preguntó a uno si podía echarle una mano con un trabajo que se le atascaba. Uno le dijo que ya no estaba al día pero que le mandara los papales por si podía mirar algo. Era un caso complicado, y totalmente novedoso para uno, de maternidad subrogada, lo que después pasó a denominarse coloquialmente ‘vientre de alquiler’, denominación que prefiere El País, para hacer hincapié en este aspecto. Entonces, como ahora, se trababa del caso de una española que optó por un vientre de alquiler de una nacionalidad determinada, el donante del semen tenía otra nacionalidad distinta, y el parto y nacimiento de la criatura tenían lugar en un tercer país. La madre titular del óvulo, pretendía inscribir al recién nacido como español. No recuerda uno cual fue el dictamen pero seguramente se inclinaría por primar el bien superior del menor, el derecho a obtener una nacionalidad aunque no se cumplan todos los requisitos, so pena de convertirlo en un apátrida. De todas formas, no es la asignación de la nacionalidad el aspecto más delicado.
Ana Obregón tiene mala prensa entre la prensa seria, no entre la prensa rosa. Otra persona no tan histriónica suscitaría, a buen seguro, mayor comprensión. Se está poniendo los acentos (porque hay varios) en el hecho de que la legislación española no permite la adopción de niños cuando la diferencia de edad entre adoptante y adoptado sea superior a cuarenta y cinco años. Tiene su lógica y es que una madre de más años se mete en los setenta cuando el menor tiene veinticinco. Es una edad próxima al límite de los cuidados. Si no es a los cuarenta y cinco, algún tope habrá que poner. Sin embargo, el mayor acento se coloca en la explotación que supone para la mujer el hecho de que alquile su cuerpo durante los meses de un embarazo. Se piensa en una mujer sin recursos, que se ve obligada a sacar ese rendimiento a su propio cuerpo. ¿Pero si la mujer tiene recursos y realiza un trabajo que le resuelva la vida? La censura que siempre mereció la prostitución se lanzaba desde planteamientos morales al entender que era un comportamiento éticamente y religiosamente reprobable por cuanto tenía de explotación por terceros. En los últimos tiempos, se examina el caso más desde el punto de vista de la libertad individual. Si una mujer decide ejercer la prostitución como trabajadora por cuenta propia, los reparos morales son mínimos (desde la izquierda y desde el feminismo) porque se entiende que ejerce su libertad, sin condicionamiento morales de ningún tipo. ¿Serviría ese mismo criterio para defender los vientres de alquiler si la gestante tiene posibles (no si es una miserable)?
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LECTURA DE LA PRENSA. JUECES Y SENTENCIAS
Lee uno la esquela de Don Vicente de la Vallina Velarde, profesor de Derecho Administrativo, hermano del catedrático titular y diputado conservador Juan Luis de la Vallina. Las explicaciones de Don Vicente eran siempre claras y así resultaban los apuntes de sus clases. Rehuía de las teorías e iba al grano. Era muy respetuoso con el alumno y si la pregunta que este formulaba no tenía mucho sentido, Don Vicente fijaba su mirada en el horizonte e intentaba buscar una explicación. Era típico su dicho: “Fíjense cómo cuando cambia un ministro, lo primero que promete es cambiar la Administración”. Hasta hoy. Hasta los consejeros autonómicos lo pretenden en su ámbito.
Lee uno que la Facultad de Derecho despide a 65 egresados en la fiesta de San Raimundo. Se oye mucho lo de egresados, ¡pero qué mal le suena a uno y qué mal se acostumbra a algunas palabras que se ponen de moda! Cuando Don Vicente no se oía el palabro.
También lee uno la esquela de Cabrales Bada. Los Cabrales Bada se dedicaron a la industria maderera y cuando uno comenzó a trabajar en Lugo de Llanera, era frecuente que pidieran vagones para el cargue, ¿pero cuántos? Eso era un misterio. “Verá Vd., sr. Albalá (era una persona muy educada), en los camiones voy a traer trescientos estéreos”. Y uno quedaba a cuadros porque nunca había oído hablar de tales estéreos, que resultan ser la unidad habitual de medida en determinados ámbitos forestales. Y uno quería que se lo convirtiera a metros cúbicos o a vagones pequeños (X) o a vagones grandes (XX), pero no había manera de sacarle de los estéreos. Comenzó uno a darse cuanta de que había conceptos y costumbres que no aparecían en la normativa ferroviaria que uno había estudiado.
Estudió bastante el ministro Marlaska, pero el Tribunal Supremo acaba de dictar una sentencia que no anula cualquier cosa y ni de cualquier manera y que refleja el comportamiento del ministro dando una orden que obligaba a un inferior a facilitarle una información que solo podía pasar al juez que dirigía la investigación. Que un funcionario civil o militar dependa jerárquicamente de un ministro pero funcionalmente de un juez, no siempre lo llevan bien los ministros o los superiores jerárquicos. ¿Debe el ministro dimitir por una sentencia en contra? Por una cualquiera no, pero por una que demuestra su prepotencia y su desprecio a la separación de poderes, sí.
Los jueces son muy suyos y como están acostumbrados a decir la última palabra no llevan bien su pase a la política ni la brega administrativa. El juez decano de Siero lleva un año sin impresora. Por una cuestión de prestigio el juez o el mandamás de cualquqier dependencia debe tener una impresora en exclusiva a su disposición, aunque imprima cuatro papeles al día. Les convendría saber que las oficinas modernas trabajan en red y se arreglan con una o dos impresoras para todo un departamento, al que van enviando órdenes de impresión, que se pueden ir confirmando con contraseñas personales para que no se amontonen en la bandeja de salida las churras y las merinas.
Los jueces a veces dictan duras penas contra los infractores. ¿Quién mide la dureza? La dureza de las sentencias no se mide en términos absolutos (la duración de la privación de libertad) sino relativos, por comparación con otros delitos o con otras penas para delitos similares. En este caso, para el periódico es dura la pena contra el conductor que, debiendo ir a 40 km/h en un control, lo pasó a 90 porque estaba sintonizando la radio y arrolló a un guardia civil acabando con su vida. La condena fue a tres años y dos meses. ¿Dura? Depende.
Uno ya dijo lo que tenía que decir de los vientres de alquiler, pero le conmueve el artículo de Juan Soto y lo respetuoso de sus opiniones y sus dudas.
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