Un concejal popular del Ayuntamiento de Oviedo califica de “vergüenza” el retraso en el cambio de la ley del “solo sí es sí”. ¿Pagamos a un concejal para eso?
Lee uno en El País que los tribunales esquivan la reforma del delito de malversación. A uno le parece que la reforma de tal delito es una trapacería política y jurídica del estilo de la ley del “solo sí es sí”. Ahora bien, los tribunales no son quienes para alegar que la ley va contra la jurisprudencia anterior, porque la jurisprudencia interpreta las leyes vigentes en un determinado momento, pero si esas leyes cambian, toda la jurisprudencia sobre una norma que se acaba de derogar, se cae a plomo. Los jueces pueden entender que una ley es inconstitucional. En ese caso, que presenten las cuestiones de inconstitucionalidad que estimen oportunas. De no hacerlo, que apliquen la ley, aunque no les guste. Tampoco le gusta a uno.
El ahorro de los hogares se pasa a los fondos de inversión a velocidad récord, lee uno en La Vanguardia. Se convierten en los productos estrella tras la fiebre por las letras del Tesoro. Que no clamen al cielo esos pequeños inversores cuando los fondos se vayan a carajo, que nadie les mandó meter el dinero ahí por el afán de recibir algo más de lo que se recibe (si se recibe algo) por tener el dinero en cuenta corriente. La avaricia rompe el saco, lo malo es cuando todos tenemos que pagar el saco roto de los avariciosos.
Merece la pena una lectura, aunque sea por encima, del artículo de Daniel Innerarity en La Vanguardia, en definitiva sobre la política y la ética, que uno resume en no desmoralizarse por las decepciones de la política, algo así como “es lo que hay”. La viñeta realista de J.L. Martín podría servir para ilustrar el artículo.
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