Lo propio ocurrirá en los Premios Princesa de Asturias, en las finales de una competición deportiva, en la inauguración de un auditorio o una estación y en los más dispares chupinazos. El festivo implicado, sin cuestionar el fondo de las pancartas, se preguntará si no había otras ocasiones u otros cauces para expresar el descontento o plantear la reivindicación. No, no hay, es preciso acostumbrarse a convivir con que en nuestra fiesta se cuele una pancarta y nos daremos con un canto en los dientes si no nos lanzan huevos podridos. A cambio, nosotros podremos llevar las bocinas a la fiesta del vecino: nada tenemos contra él pero es para que nos escuchen las siempre sordas autoridades.
Por cierto, como en la pancarta se lee Zurea, tal se publicó en las crónicas, y nada que decir: así es la toponimia. Pero la toponimia también habla de Campumanes, Payares o L.lena y nada de eso se lee en el castellanizado texto. El corta-pega del fotoperiodismo.
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