Escribe doña Ana Isabel una carta al director analizando el perfil psicológico de los guardias civiles. A la pobre mujer le pusieron una multa por no dar los intermitentes para salir de una rotonda. Habría que oír a los guardias, tampoco vas a romper una lanza por nadie, pero si tuvo que pagar doscientos euros habrá sido más por su mala educación que por originar un improbable accidente.
¡Qué típico es que cuando te imponen una sanción o simplemente te hacen una leve advertencia se juzgue trato chulesco y prepotente de la autoridad! Tan repetida letanía te hace poco creíble la muletilla de quien la profiere.
Sin saber cómo fue la cosa, aplaudes la medida, un toque de atención para esa legión de ciudadanos incívicos que como el volante gira sin necesidad de intermitente, entienden que las luces amarillas son propias de novatos.
El guardia habrá querido sancionar la falta de civismo, pero como no encontró artículo en qué basarse, codificó lo del intermitente. Tiene tu reconocimiento y tu aplauso.
1 comentario:
Conoce varios guardias civiles por "cuestiones menores". Me da que su problema es de corazón. Y esas siempre son "cuestiones mayores".
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