Por suerte (o por mejor decir, porque las circunstancias no
eran del todo desfavorables), el accidente del autocar español contra el túnel
de Lille no romperá las columnas te ninguna teoría de la causalidad. Otro gallo
cantaría si hubiera habido desgracias personales.

En el caso del autocar, dando por supuesto que el gálibo del
túnel estaría señalizado reglamentariamente, el conductor tiene difícil escaparse de alguna
responsabilidad. Como no pasó a muy mayores, ahí se quedará. Si las
consecuencias hubieran sido otras, los
perjudicados (si ven peligrar los cobros del autobús o de su compañía
de seguros) indagarían teorías exploradas en el accidente ferroviario: extender
la responsabilidad al funcionario responsable territorial de la carretera o a la cadena de mandos que
pudiendo instalar un gálibo previo avisador, no lo instalaron AUNQUE NO SEA OBLIGATORIO
INSTALARLO. En un escalón superior, la responsabilidad se extendería a quienes
pudiendo dictar normas estableciendo la obligatoriedad del gálibo físico, no
las dictaron: la responsabilidad por omisión normativa.
En definitiva, si hay dinero puede revolucionarse la
jurisprudencia; si no, ni jueces ni abogados emplearán su tiempo en bagatelas retóricas
y teóricas.
1 comentario:
Creo que también asistiremos a un juicio al GPS ( entiéndase tecnología moderna de utilidad dudosa y poco fiable).
Es curioso ver como se deposita toda la confianza en estas tecnologías que ayudan, peno no sustituyen, el buen juicio y decisión de los usuarios.
La vagancia y la comodidad tienen un precio, y suele ser muy caro.
A ver en que queda todo esto.
Saludos.
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