Acudes a la presentación en la biblioteca del Fontán de No encuentro mi cara en el espejo, la
nueva novela de Fulgencio Argüelles, introducido por Ángeles Caso.
Fue hace unas horas pero no recuerdas en qué consistió la
introducción a cargo de Ángeles Caso, quizá que le hizo la primera entrevista
en Radio Nacional hace veintidós años y que, pese a no tener una amistad
especial, se avino a desplazarse desde Madrid para realizar la presentación.
Fulgencio leyó su parte para que no se le olvidara nada y
porque, aseguró, se ganaba en brevedad. Sus palabras, no muy extensas, fueron
un lamento por la progresiva caída de las Humanidades en los programas de
estudio. Después los dos novelistas actualizaron para la ocasión aquella lejana
entrevista al trazar unas pinceladas sobre el proceso de creación de una
novela, de la búsqueda y configuración de los personajes, de la inspiración o de
la curiosa elección de los nombres. Fulgencio elige esos nombres tan extraños
porque no quiere que le recuerden a alguien. Contó la anécdota de cómo si en
los pueblos hay un tonto (huyamos de la corrección política) ese nombre no se
pone a nadie a partir de ese momento. Y buscó el ejemplo del tonto de Cenera,
que no vas a reproducir porque, una casualidad, lo asocias a otra persona
entrañable desaparecida hace varios años.
Destaca también que escribe pensando en la sonoridad y en
una posible lectura en voz alta. Por cierto, Ángeles Caso se atrevió a declamar
la última página. No desveló nada pero su dicción fue extraordinaria, revalorizando las palabras de Fulgencio.
Fulgencio, como lector, abre los buenos libros por cualquier
página sin preocuparse del hilo argumental y aspira a recibir ese mismo trato
de sus lectores. También relee porque de cada relectura extrae nuevas
sensaciones. Doce veces habrá leído Pedro
Páramo, de Rulfo. Tomas nota.
Aquí te acoplas a la idea de la relectura. Esos días estás
volviendo a El ruido y la furia,
de Faulkner, ahora después de haberte documentado acerca de los entresijos de la
novela, sus personajes, las relaciones entre ellos y la cronología. Con esa
introducción la lectura es un placer, por contraposición al doloroso parto de
la primera vez.
Precisamente acabas de pasar por un párrafo que te pasó
inadvertido hace unos meses.
Había una rana agazapada en medio del sendero de ladrillos. Caddy
pasó sobre ella de un salto y tiró de mí.
“Vamos, Maury”, dijo. Se quedó agazapada hasta que Jason le
dio con el dedo del pie.
“Le saldrá una verruga”, dijo Versh. La rana se alejó saltando.
En la antojana de la casa de tu madre hay una zona de ladrillos donde
nadie se puede apoyar ni colocar nada encima. ¿Por qué? Preguntaste un día a tu
madre. Porque una vez se posó ahí un sapo.
¿Cuánto hace de eso? Mucho, pero desde entonces esos centímetros cuadrados quedaron virtualmente
acordonados para siempre.
Segundas lecturas que traen estas asociaciones de ideas.
***
Cierto. También se dijo esto otro.
http://www.elcomercio.es/culturas/libros/201411/28/alegato-contra-intransigencia-20141128012229-v.html
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Cierto. También se dijo esto otro.
http://www.elcomercio.es/culturas/libros/201411/28/alegato-contra-intransigencia-20141128012229-v.html
2 comentarios:
La génesis cognitiva muestra que el pensamiento científico es un pensamiento que relaciona, que funciona por metáfora. No existe conocimiento científico, incluidas las invenciones matemáticas -tal como son producidas, y no tal como son enseñadas- que no sea producido a través de tales mediaciones, comparaciones, correspondencias, conjunciones... y no por deducción silogística formal.
La novela está dividida en cuatro capítulos. El primero de ellos está contado por Benji, que es un deficiente mental. Y lo que leemos es justamente eso: la voz, los pensamientos, los miedos, el ruido, la furia y las cosas que hay en la cabeza de un deficiente mental. O sea: si uno no está prevenido, lo más seguro es que abandone el libro rápidamente. Es lo mismo que pasa con la política española y las empresas donde meten mano. Si un buen escritor hilase bien estos casos, podría ser candidato al Nobel: si uno no está prevenido, lo más seguro es que pensase que un deficiente mental lo haría mejor y no precisamente el escribir, sino el gobernar: tan caótica y corrompida está la sociedad. Estos políticos, sindicalistas, o miembros del CGPJ ... que son los representantes del pueblo y los que deben velar por la justicia, se convierten en una grotesca ironía.
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