Lees un nuevo reportaje sobre la hiperactividad y su repercusión en el rendimiento escolar, un artículo que no encuentras en la edición digital de tu periódico. Habrá que fiarse de ti.
Es difícil luchar contra los conceptos básicos y elementales aprendidos con las primeras palabras: bueno, malo, caca, salud, enfermedad. Vendrán años después los matices, pero será difícil erradicar raíces tan profundamente plantadas.
Volvemos al inicio. En esta materia y otras materias primas hay que andarse con pies de plomo. Los niños con ese rasgo (¿o no es un rasgo? tienes miedo a meter la pata) sufren “trastorno por déficit de atención e hiperactividad” (TDAH). Te parece que más claro sería invertir el orden y hablar de hiperactividad y déficit de atención, porque dichas las palabras en el orden habitual no sabes si es posible un déficit de hiperactividad que signifique algo. En fin, si lo llaman así, alguna razón habrá.
Lees en el artículo: “Para empezar, un niño TDAH no es un niño enfermo, sino alguien con un trastorno de neurodesarrollo, que no se cura, pero se controla”.
Echas mano de un viejo libro perteneciente a esa gran colección GT Grandes Temas (1973), concretamente el número 93, titulado SALUD Y ENFERMEDAD, cuyo primer capítulo lleva por título “Los conceptos de salud, normalidad y enfermedad”.
Lees: En el lenguaje coloquial, salud y enfermedad son dos términos contrapuestos cuyo significado no parece plantear problemas. Salud sería, sencillamente, ausencia de enfermedad, mientras que la enfermedad consistiría en la privación de la salud. Las dificultades comienzan cuando se intenta superar esta noción vulgar basada en una mera exclusión mutua y manejar estos conceptos con alguna precisión. No hay que confundir la idea de salud con un concepto meramente estadístico como es el de normalidad. Concluye la introducción asegurando que la enfermedad es una cuestión radicalmente social, que no puede entenderse al margen de los factores económicos, sociales, políticos y culturales. En definitiva que no te pregunten a vuelapluma qué es salud y qué enfermedad, que no sabrías ni aproximarte.
En tu libro, estos párrafos están subrayados, señal de haberlos leído en un tiempo lejano, pero habrán pasado poco a poco al olvido, y esas ideas sociales y progresistas quedarían sepultadas por los conceptos primitivos asociados a las primeras infantiles palabras aprendidas y pronunciadas.
Tenías pensado escribir sobre la legítima influencia de los grupos de presión asociados a algunos trastornos y te salió esto. Las autoridades sanitarias y educativas están condenadas a ser los malos de la película porque queda muy feo hablar de dinero en estas materias. El vil metal.
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