A veces, mismamente en la barra del bar, te sorprenden preguntas de gente con la que tienes un trato absolutamente tangencial:
- Oye, ¿tú tienes un blog? Es que el otro día, buscando otra cosa, de casualidad, leí…
Entonces empiezas a hacer memoria: una vez escribiste de una compañera a la que pillaron copiando en clase, otra vez hablaste de un chalet, una tercera algo dijiste de un camión que cayó por un terraplén, una cuarta de amoríos truncados, una quinta de un tren que descarriló, una sexta de una pruebas de alcoholemia, una séptima de la nevadona de Pajares, una octava de las casas quemadas de Fierros, una novena…
Con la novena te entra una duda: seguir componiendo a tu aire, sin escuchar a nadie, como aquel músico sordo creador del himno a la alegría, o rezar una novena como arrepentimiento por tus (a veces) atrevidos comentarios, además de expurgar aristas peligrosas.
2012/04/20
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3 comentarios:
Es el precio de la fama.
Mejor la libertad y analizar lo que apetece, que es más ágil.
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