A falta de grandes dudas filosóficas, el que está en la edad tuya se encuentra con los de generación similar y cuenta problemas domésticos parecidos, tal que la atención a los hijos ya mayores, en su caso a los nietos, y en muchas ocasiones a los padres o a algún padre, porque ya no están todos en este mundo.
Es habitual desahogarse contando las pequeñas o grandes penurias diarias que, en directo o a distancia telefónica, algunos padres dan a los hijos. Por mucho que te niegues a reconocerlo, sabes que en cuanto pase un tiempo seguirás las pautas que ahora te hacen sufrir o sencillamente te condicionan y limitan el tiempo libre.
La casuística es muy variada: en algún caso vive un progenitor, en otros viven los dos; a veces mantienen cierta autonomía (entonces eso no es motivo de conversación) o, por el contrario, están limitados en mayor o menor grado; dependiendo de circunstancias, pueden vivir en su casa de siempre o pueden vivir con un hijo, o puede el hijo vivir con ellos, que no es lo mismo ni parecido. A veces hay un único hijo, que es quien asume la preocupación, a veces hay más; en unas ocasiones viven en la misma localidad o a distancia de viaje de ida y vuelta, sin entrar en mayores precisiones; en otras están más alejados, puede que voluntariamente, puede que intencionadamente: alguien se hará cargo de los mayores.
Alrededor de un mantel o, posteriormente, de un chupito o un gin-tonic, se cuentan historias normalmente afeitadas o dulcificadas, y es entonces cuando te entra la duda de si en esta materia hay un término medio entre la generosidad o el egoísmo. Crees que planteadas así las cosas, no.
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