Algunos fines de semana sales a estirar las piernas dando ocasión las largas caminatas en soledad de expeler muy malos pensamientos.
Acaba de entrar en vigor una polémica y estricta norma sobre las terrazas, que personalmente te da (casi) igual porque (casi) no las utilizas, dejando aparte la mítica de El Fontán porque eso no es una terraza sino un paisaje. Dicen, y será verdad, que se trata de reordenar el caos existente y de facilitar el tránsito urbano de las personas de movilidad reducida o con alguna discapacidad, sobre todo visual. Nada que alegar a esto último aunque la aplicación indiscriminada de la norma llega al absurdo de establecer pasillos que nunca serán el camino natural de ninguna persona de movilidad reducida ni ampliada.
Caminas por una plaza donde hasta el año pasado las mesas estaban pegadas a la pared y a determinadas horas permanecía allí una silla de ruedas vacía de una persona de movilidad reducida. Desde primeros de año se invirtió el orden: ahora las mesas se alejaron de la pared y su hueco lo ocupó la silla de ruedas, eso sí, debidamente rotulada con lenguaje políticamente incorrecto pero más cervantino y distinguible. De esta forma, la propia silla es la barrera.
Parafraseando y exagerando podríamos concluir diciendo que el minusválido es un lobo para el minusválido.
Al servicio de quien me quiera: Porque sí y porque sé
Hace 20 horas
1 comentario:
Esa silla con ese chaleco amarillo forma parte del paisaje de esa acera de esa esquina de esa rotonda. Los ayuntamientos recaudarán con las terrazas, pero los transeúntes estamos hasta... de las putas terrazas que tenemos que esquivar mientras caminamos por la acera, pero la culpa es de los imbéciles que se sientan en la calle tragando toda la polución de los coches, todas las inclemencias meteorológicas... será para que los vean tomando algo, que dentro del local pasan más desapercibidos
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