Amparado en el derecho de defensa, que permite hasta los
excesos en la libertad de expresión, el ex jefe de la Policía Local de Oviedo,
Agustín de Luis, se escudó en el fallecido fiscal Gerardo Herrero al asegurar
que éste le prometió que paralizaría la investigación por la desaparición de un
atestado policial, maniobra por la que está siendo juzgado.
Acotar con un muerto es una artimaña demasiado extendida para
compensar la falta de valor que, paradójicamente, fue lo que sobró al ex jefe de
la policía a lo largo de su polémica carrera. Te alegras por los policías
locales que, libres ya de su jerarquía, pudieron ‘deponer’ sólidamente con
libertad. Si el acusado permaneciera en activo, la ‘deposición’ sería más líquida,
obligados como están a decir verdad los testigos cuando suben a estrados.
Que el derecho se orienta, aunque sea a distancia, por
valores éticos es indudable. La libertad de expresión de un acusado se
justifica por el valor superior del derecho constitucional de defensa. Ahora bien,
la condena moral por ampararse en las promesas de un muerto no se la quita
nadie.
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