Ves algo de excesivo en la venganza de Campelo y otros, crecidos
a raíz del escándalo de Fernández Villa al airear convites en los que dicen
que a los postres se entona “Se va el caimán” a la misma puerta de la cuna del capo destronado. De momento tienen motivos. Cuando
Campelo cayó en desgracia y fue investigado, no otorgaste crédito a sus palabras, que
tiraban por elevación hacia Villa al asegurar que se limitaba a cumplir órdenes.
Por un simple análisis facial te decantaste por el carismático líder del SOMA. ¿Por
qué? simplemente porque la cara de Villa era más de fiar.
No veías en la fiel tersa y roja, ni en la raya
perfectamente perfilada ni en el pelo repeinado de Campelo el presagio de una
buena persona, ni de alguien de fiar. Villa tenía algo de Stalin, la energía y la llaneza. Si algún pero le ponías eran las patadas al
diccionario, pero eso cae entre tus repipis manías.
Postigo, el destituido Presidente del Montepío de la Minería,
te parece más un botarate que un gestor. ¡Lo que puede anunciar o traicionar
una cara!.
Eso lo ves ahora, antes eras el único ciego del universo,
porque todo el mundo sabía de las fortunas ocultas.
3 comentarios:
Fisionomista ¿te engañarían más si fueses ciego, o hubieses aprendido a fiarte más de los comportamientos? ¿crees que una persona que te entre por los ojos no puede defraudarte? y quien no te entra porque lo tienes atravesado ¿crees que no te puede ofrecer nada bueno? ¿Crees que una mujer de cara bonita y buen porte...? Yo estoy perdiendo la vista y...
Hay que hacerle un homenaje a Fernández Villa. Un buen gestor merece su reconocimiento. Un representante de los trabajadores, un Robin Hood de los mineros. Un liberado que ha sabido aprovechar muy bien su tiempo. Y ha sabido gestionar muy bien el dinero público en su propio beneficio. Y salpica, como los corruptos del PP, al sindicato del SOMA-UGT-PSOE. El Lech Valesa español, con su Solidaridad entendida a su manera. Igual hubiese llegado, si no le pillan, a presidente de Asturias por el PSOE.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. La vergüenza de reconocer un error nos hace caer en muchos otros.
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