El mohín es una palabra fuera de tu diccionario, de hecho para saber con precisión qué significa tienes que acudir al María Moliner: gesto; especialmente de los labios y en particular cuando expresa disgusto, aunque sea en broma o por mimo.
Este sábado la prensa dedicaba el lógico despliegue al fallecimiento, a los méritos deportivos y a las circunstancias humanas del saltador avilesino Yago Lamela. Leías los comentarios en el Fontán cuando excepcionalmente pasó por allí tu hija para tomar unos culinos de sidra (el pincho de picadillo ya lo habías cepillado furtivamente).
- ¿Te acuerdas del mohín de Yago Lamela, eh?
Efectivamente, te acordabas de la coincidencia con Yago Lamela, sentado con una joven (como él) acompañante en una mesa del McDonald’s de la calle Uría, que frecuentabas entonces acompañando a tu hija pero sin perdonar ronda, que las hamburguesas tendrán lo que tengan, pero no dejabas ni una migaya.
Algo le dijiste al pasar, deseándole suerte o ánimo en algún próximo campeonato.
Quizá el mohín, quizá que desde fuera los reiterados segundos puestos sabían a poco, quizá que no tardaron en saberse desencuentros o cambios de criterio con algunos preparadores físicos (traslados fuera de Asturias no muy bien comprendidos por aquí) lo cierto es que te parece que, independiente de sus incuestionables logros, Yago Lamela no tuvo entre nosotros el carisma que sería de esperar en atleta de sus marcas.
En cualquier caso, una pena.
Al servicio de quien me quiera: Porque sí y porque sé
Hace 22 horas
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