Los presocráticos ya lo resumieron caso todo. Razón tenía Heráclito cuando se opuso al inmovilista o esencialista Parménides, para afirmar que las cosas tienen más existencia que esencia. Decía πάντα ρεῖ, panta rei, todo fluye, todo cambia, no te bañas dos veces en el mismo río.
Todo cambia, pero ¿todo debe cambiar? ¿debe cambiar todo? Sí. Hay que ser muy tenaz para que la rutina no nos adormezca y nos acabe venciendo. La democracia permite la elección de los mejores (suponiendo), pero no para siempre. Una regla inteligente establecida en muchas democracias limita los mandatos. Por algo será.
Vega Arango, presidente del Sporting de Gijón, despidió con lágrimas a su entrenador Manolo Preciado. Crees que no son lágrimas de cocodrilo. Vega Arango y también la afición querían a Preciado, pero todos veían la necesidad de un cambio, y dado que no es posible cambiar a toda la plantilla, se cambia lo que se puede.
La permanencia en las mismas situaciones nos acaba adocenando. Se pierde frescura. Ocurre así en las empresas, no solo en los puestos técnicos o directivos, sino en los más rutinarios. La rutina es causa de accidentes de trabajo sin ir más allá.
Ocurre a los políticos, a los sindicalistas, a los futbolistas, y no hay sector que se libre. Acabas de leer ahora mismo que el imputado exconsejero Riopedre cogió cuatro días de vacaciones en un buen hotel canario a cargo de una empresa suministradora habitual. Hasta ahora quisiste pensar que los delitos que pudo cometer habían sido por sacar las castañas del fuego a su hijo y a veces por un hijo se hace todo, pero esto de las vacaciones y otros chocolates del loro que se acaban sabiendo no son más que las confianzas que se toman quienes permanecen años en un puesto, que creen que no los van a pillar, que los trámites no tienen importancia, que aquello es su cortijo.
A veces, sin fichajes externos, es suficiente con un cambio de cromos dentro de la casa.
Todo cambia, pero ¿todo debe cambiar? ¿debe cambiar todo? Sí. Hay que ser muy tenaz para que la rutina no nos adormezca y nos acabe venciendo. La democracia permite la elección de los mejores (suponiendo), pero no para siempre. Una regla inteligente establecida en muchas democracias limita los mandatos. Por algo será.
Vega Arango, presidente del Sporting de Gijón, despidió con lágrimas a su entrenador Manolo Preciado. Crees que no son lágrimas de cocodrilo. Vega Arango y también la afición querían a Preciado, pero todos veían la necesidad de un cambio, y dado que no es posible cambiar a toda la plantilla, se cambia lo que se puede.
La permanencia en las mismas situaciones nos acaba adocenando. Se pierde frescura. Ocurre así en las empresas, no solo en los puestos técnicos o directivos, sino en los más rutinarios. La rutina es causa de accidentes de trabajo sin ir más allá.
Ocurre a los políticos, a los sindicalistas, a los futbolistas, y no hay sector que se libre. Acabas de leer ahora mismo que el imputado exconsejero Riopedre cogió cuatro días de vacaciones en un buen hotel canario a cargo de una empresa suministradora habitual. Hasta ahora quisiste pensar que los delitos que pudo cometer habían sido por sacar las castañas del fuego a su hijo y a veces por un hijo se hace todo, pero esto de las vacaciones y otros chocolates del loro que se acaban sabiendo no son más que las confianzas que se toman quienes permanecen años en un puesto, que creen que no los van a pillar, que los trámites no tienen importancia, que aquello es su cortijo.
A veces, sin fichajes externos, es suficiente con un cambio de cromos dentro de la casa.
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