Había leído uno la Odisea a la edad de dieciséis o diecisiete
años. No es lo mismo que leerla ahora. Cuando uno afronta demasiado joven esa
obra monumental de la literatura universal desconoce muchos conceptos que solo
se adquieren con el poso y el paso de los años. Aunque antes de una primera
lectura haya uno intentando ilustrarse con una enciclopedia, la marabunta de
personajes mitológicos, sus parentescos y sus particularidades abruman al
lector bisoño, que no sabe si ese personaje que aparece por primera vez es
secundario y se puede pasar por alto o va a resultar central, para en ese caso
fijarse más en sus ‘aladas palabras’, como tantas veces se repite a lo largo de
la obra.
Muchos pasajes de la Odisea forman parte de la cultura
occidental, pero en una lectura juvenil todavía no hubo tiempo de saber que
eran tales mitos y se corre el riesgo de pasarlos por alto: Penélope tejiendo y
destejiendo su tela, Sísifo subiendo la pesada carga a la montaña, cómo sortear
a Escila o Caribdis, el canto engañador de las sirenas. La Odisea es un libro
para disfrutar en la madurez de la vida y para quedar maravillado de cómo se
pudo concebir y escribir una obra así en los albores de la civilización griega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario