
En el libro se narran en paralelo dos historias de amor, una la de la abuela Inma y Quico (amor imposible por la diferencia social) y otra, la de los nietos jóvenes, separados por la misma brecha, que consiguen superar. Las historias las va desgranando en primera persona el último descendiente de la saga, todavía un niño, aunque al final se revela el verdadero autor, el que va dictando la historia al oído del niño.
En la novela resuenan nombres y parajes que son evidente trasunto de la infancia y otras épocas de la vida del autor: La Vega, viejos molinos, el apellido Montes o Uría o Matilde, Quico mismamente, un Julio cazador, el río Fierro, la estación del ferrocarril con su cargadero de madera o las mujeres de ojos achinados.
A lo largo de la obra encontramos alegatos sobre las guerra (in)civil, la transición democrática, el mundo sindical, el imposible socialismo liberal. El autor muestra a las claras de qué lado se decanta y qué personajes mima.
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