- ¿Acaba bien?, preguntaste.
- Eso no te lo puedo decir.
A lo largo de la lectura no dejaste de pensar en la bibliotecaria, una mujer con encanto, pero de más edad que la deuteragonista (segunda agonista) de Benedetti, aunque no tanta como para no sentir las cuitas de Avellaneda -que así se llama la chica de la novela- , de la que se enamora un casi cincuentón a punto de jubilarse. Que de hecho se jubila al llegar al medio siglo, como si su trabajo hubiera sido de una penosidad merecedora de tal privilegio.
¿O acaso, invirtiendo los papeles, ella se ponía en la piel del varón adulto? A saber. Será difícil encontrar las palabras precisas para, sin inquirir, averiguar qué es lo pudo encantar a la bibliotecaria.
Santomé, un hombre equidistante toda su vida, después de algunos desahogos a raíz de su viudez, y tras no muchas vacilaciones, se declara a una administrativa del negociado en el que él desempeña un cargo de cierta responsabilidad.
Benedetti dibuja con finura las miserias del trabajo oficinesco, la inquietud por el paso del tiempo, la relación con hijos muy diferentes, las componendas de la prensa, la vida en Montevideo. No son el nervio de la trama pero animan a la lectura y apoyan la veracidad del argumento.
El título es una gran paradoja. Durante una tregua no pasa nada, pero justamente la novela se dedica a describir lo que le sucede a Santomé después de mucho tiempo sin que ocurriera nada y antes de que presumiblemente no vuelva a pasar nada. Después de tanta espera, esto es el ocio. ¿?Qué haré con él?
Una alegría encontrarse con la gran literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario