2016/08/31

RETÓRICAS MASCULINA Y FEMENINA PARA EL MÁS ACÁ Y PARA EL MÁS ALLÁ

Para que no te digan que nunca aparece por aquí Lugo de Llanera, declaras que hoy fuiste a comer a casa de tu suegra, donde procuras observar y guardar un prudente silencio. Entre bocado y bocado te entretienes mirando para la ventana de enfrente, donde una jovencita bien estilizada no para de mirarse presumiblemente al espejo muy cerca de la ventana, con lo que facilita las observación exterior, que no es obligatoria, pero  distrae al ojeador.

Luce una larga melena rubia y lacia. No le vendría mal igualar las puntas (en el caso de que se estile, que tampoco estás seguro). Lleva puesto un vestido largo, quizá de un beige seco, sencillo, de pocos pliegues. Se atusa el pelo. Mientras tanto das cuenta del primer plato. Se coloca una pulsera posiblemente de cuero, primero en la muñeca, se mira, se acerca al espejo, retrocede, sube la pulsera hasta el antebrazo, se adorna con otra. Ladea la cabeza, agita el pelo. Para el segundo plato cuelga un bolso oscuro del hombro izquierdo. Se acerca al espejo, se aleja, aposenta la correa, descuelga el bolso, lo lleva de la mano, lo suelta, prueba con otro. Llegas al postre. Se agacha. Acaso calza unos zapatos, pasea, se agacha otra vez. ¿Prueba otros? Se echa una pañoleta al cuello, se gira con estilo. ¿Una boda próxima, unas fiestas, una salida, o probar sin más?

Por la tarde encuentras en  El mundo de Juan José Millás este párrafo: Parecía que sólo estaban allí las cenizas de mamá, cuya urna, por cierto, era también más grande y retórica que la de mi padre.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero a dónde da la ventana del comedor de tu suegra? El rol femenino ¿se aprende o va con el sexo? Hablar no hablarás y casi mejor, porque todas estas observaciones no se yo si te darían réplica. Es paradójico que un gran conversador como tú, no quiera dialogar ante semejante panorama. Aunque te entiendo en lo de los silencios prudentes en casa de la suegra (aunque a veces pierdo la prudencia y el silencio) y en lo de mirar a las jovencitas. A veces me he preguntado si mirar así a una joven es infidelidad conyugal. Y sobre todo me pregunto qué pasa por la cabeza de mujeres como ésta. Intento aprender el estereotipo, el mundo interior femenino, esa capacidad para probarse y mirarse y me desborda. El narcisismo con el que se regodean algunas, es algo enigmático para mí. La vista nos pierde a los hombres y tú tienes butaca preferente en el espectáculo. La vista ya te desencadena un montón de preguntas sobre la existencia de esa mujer. Seguro que en otras ni te fijas. No se si disfrutaste de la comida ante esa concentración en la ventana de enfrente. Tu familia tiene que darse cuenta que estás como ausente, que parece que los ojos se te hubieran volado, que los oyes desde lejos y que su voz no te alcanza (Neruda).
Creo que esa mujer joven no te sirve más que para despertar tu mundo interior de sensaciones, sensaciones provocadas por imágenes, sensaciones de observador y no de voyeur (no hay intención porno). Sensaciones al observar sin ser visto, sensaciones provocadas por la naturalidad con la que una joven se acicala. Es lo que hace el cine. Pero el cine es mentira. El cine se regodea en cada gesto para explotar al máximo la expresividad, porque la actriz se sabe observada por la cámara. La novela te lo describe de otra manera. Pero lo auténtico es la realidad que ves. Y tú lo expresas. Tus sensaciones llenarían mucho más espacio de escritura, porque tu mundo interior es muy rico y pones muchos filtros para expresar tus auténticas emociones, porque eres muy pudoroso y no dejas que fluyan espontáneos.
Me encantaría que esa mujer te leyese y supiese lo que has escrito por mirarla. Y me gustaría que expresase lo que siente a través de las palabras que has escrito. Si es parca en palabras, igual expresa su sorpresa con un simple OH!, se ruboriza, se corta, se inhibe. Pero me encantaría que se explayase con espontaneidad ante tu mudo elogio, que es tu concentrada observación. Me encantaría verlo, sin que ella, ni tú, supieseis que os observo.
Menos mal que no le dió por cambiarse de ropa interior, que se te hubiese caído el cubierto de las manos y el bocado de la boca. Y te hubieses atragantado. Y te hubiesen preguntado.
Felices sueños.

Anónimo dijo...

Y si hubiera estado al otro lado un paisano ni miras, observadoooor

Anónimo dijo...

La miel no la saborea el asno. La sensibilidad es una cualidad que disfrutan algunos seres vivos y otros no. Se puede disfrutar de un texto literario (alguno disfrutará de un texto jurídico) porque el autor es capaz de poner en evidencia sensaciones con las que una parte de los lectores nos identificamos. Se puede disfrutar escuchando Las Cuatro Estaciones del cura pelirrojo. Disfrutar es más que oír y el grado de emoción es variable en cada auditor y en cada momento del pasaje. Hay gente que disfruta del canto coral, del canto gregoriano, de habaneras... Hay gente que disfruta de lo que ve y algunos lo saben captar con una cámara, pero la realidad sin cámara está ahí y el que tiene sensibilidad puede disfrutar de ella: se puede disfrutar al ver a unos niños jugando (sin pensamientos pederastas); se puede disfrutar de un crepúsculo (matutino o vespertino); se puede disfrutar de un paisaje campestre y algunos artistas lo han sabido plasmar en un lienzo (porque entonces no había fotos); se puede disfrutar de una alegoría como la de El Bosco en el Jardín de las Delicias. Se puede disfrutar de la belleza de un cuerpo humano, incluso de los humanos del mismo sexo (sin ser homosexual). Un hombre bien formado, cuidado, marcando abdominales, de espalda ancha y caderas estrechas, de hombros fuertes y movimientos gráciles (no como los de un luchador de sumo) gusta a la mayor parte de los semejantes.
Yo no se la verdad de la comida mencionada por el autor del artículo, no se si esa ventana está tan bien enfrentada con la posición privilegiada de ese comensal convidado de piedra. La mente de algunas personas es capaz de crear una ventana en una opacidad, es capaz de ver vida a través de un sólido muro de hormigón y es capaz de transmitir, a través de la palabra, esa vida que borbota con el toque de las teclas y por la sinapsis de las neuronas. Es un placer dejarse seducir por esas palabras, sintiéndome sentado ante esa ventana, viendo a esa mujer joven de melena larga, rubia y lacia, de caderas anchas, de pechos turgentes, musguina, de muslos prietos, de ojos brillantes, de sonrisa lasciva cual sílfide mitológica. Tus palabras hacen magia en los recovecos de mi imaginación.

Y tu amigo hace un comentario chistoso y rompe la atmósfera de ensueño. Tu amigo quiere observar en la intimidad a un paisano, que puede ser un modelo de belleza masculina y recrear una atmósfera seductora y también podías haber elegido la parodia de un tío barrigón, peludo de cuerpo y calvo de cabeza, casi como un zeus devorando a sus hijos. Y el relato podría ser igual de sugerente. Pero a mí no me atraería, no despertaría mi imaginación del sueño de la razón.

Anónimo dijo...

Si este observador de ventana me describe un adonis, temo desear cambiar a mi mujer por un hombre con una la belleza de cuerpo semejante. Entiendo a los griegos y sus relaciones con sus efebos. Porque la belleza cautiva y por muy machos que seamos, una piel tersa es más atractiva que una llena de arrugas y el botox no engaña. Vive deprisa, muere joven y tendrás un bonito cadáver. La Campos no engaña. A los 26 años se puede estar pletórico. A los 40 se pueden haber perdido algunas turgencias que ya no apuntan hacia el cielo como un enhiesto surtidor, por la fuerza de la gravedad, pero se gana en experiencia, en mundo interior, en riqueza emocional, en naturalidad, en autenticidad (ahora muchas top se muestran en sus páginas web sin maquillaje, recién levantadas). A los 50 la naturaleza le ha retirado a muchas personas la capacidad de concebir y no pueden lucir un cuerpo 10 a lo Bo Derek. Pero describir a mi mujer, que ha cumplido ya los 58, no se la pone dura a nadie. Y afortunadamente con la edad vamos perdiendo también la vista y ya no necesito ver para querer, porque lo conozco todo y lo tengo en mi recuerdo y los vínculos que me unen a ella no me unen a esa joven de proporciones áureas. Pero joder, qué bonito es abrir una ventana a la imaginación.

Anónimo dijo...

A veces hay comentarios que van degenerando en peligrosa picardía.

Anónimo dijo...

La mujer es más coqueta que el hombre. Una mujer guapa y bien arreglada pone. Y si encima puedes mantener una buena conversación con ella, le pides el was para pedirle otra cita.
La mujer está muy sometida a presión por la belleza, entre la talla 38, el pecho insinuado, caderas estrechas, que hace que resulten figuras más andróginas que femeninas. Pero esta apariencia nada tiene que ver con que la mujer sea buena, inteligente, modelo de pasarela de alta costura, o médica, o arquitecta. Pero si está buena gusta mucho más. ¿Qué sentirá una mujer guapa cuando ve como la miran los hombres y las mujeres?

Anónimo dijo...

¿Es Machismo mirar a un mujer a hurtadillas? ¿Es mala educación no dirigirles la palabra a tus comensales? Si los comensales no te dan charla y si la visión es sugerente por lo que te sugiere, pues mira, come y calla. Si se pudiesen ver tus pensamientos...