2016/07/25

VAGABUNDO EN ÁFRICA, de Jorge Reverte

No es normal emplear siete u ocho años en leer un libro de bolsillo o algo más que de bolsillo, y eso es lo que te pasó con el que ahora comentas. Alguien te lo regaló y como tampoco te obsequian con tantos (quizá porque saben o sospechan de tus manías) resulta de mala educación no leerlos. Aunque los vayas postergando un poco, al final te pones manos a la obra o a la lectura.

Hará siete u ocho años que lo empezaste, el último de unas vacaciones de verano, la hora de volver se habrá echado encima y no te daría tiempo más que de leer una tercera parte. Lo normal sería seguir con la lectura en el tiempo lectivo (que no siempre es cuando más se lee, mas no contradigamos la etimología) pero vete a saber por qué no lo hiciste. Este verano reanudaste la lectura, no sin antes despejar la duda de si volver al inicio o al marcador, que durmió unos años en la página 180. Por cierto, el marcador era una tarjeta de un restaurante que ya no existe. Saltaste esas ciento ochenta primeras páginas. Al fin y al cabo, se trata de un libro de viajes y no habría mucho hilo que coger.

El libro relata uno de los viajes a África de Javier Reverte. Lo inició en Ciudad del Cabo y siguió por Zimbabue, el lago Victoria, Ruanda y el Río Congo. El escritor intenta ajustarse someramente al itinerario inicialmente previsto, pero se trata de un guion orientativo, del que se apartará a veces por imponderables, a veces por intuiciones o arrebatos.

¿Y hacia dónde dirigirme ahora? Mi propósito último era llegar al río Congo y navegarlo. Pero quería ir hacia allí sin prisas, decidiendo el camino sobre la marcha, como un vagabundo perezoso abierto a la sorpresa. Ésa es la mejor sensación de libertad, por no decir la única: viajar por viajar, y no para llegar a un sitio.

Siguiendo una técnica habitual del género, con un estilo sobrio enmarca las experiencias del viaje con unas pinceladas, a veces extensas, de la historia tristísima de los países visitados y de la oscura realidad presente: los sobornos constantes, la corrupción, la violencia étnica, la dura selva, bien alejada de imágenes idílicas.

Cambiando leones por lobos, alguna situación te suena.

- Hay leones por aquí, Rubén?    
-          - Claro, míster Martin, y son demasiados. El Gobierno se empeña en conservarlos para dar gusto a los turistas mientras que nosotros tenemos que vérnoslas con ellos. Nadie nos paga las cabras que se comen. Y también se comen algún vecino de vez en cuando. África es un fastidio para los africanos, señor Martin. ¿No sabrá de algún trabajo en Europa? Me iría con gusto.

Reverte evita Burundi, país que te recuerda que algunos de tus formadores en el Seminario marcharon allí de misioneros y al volver contaban las luchas entre los hutus y los tutsis, tristemente famosas años después por los genocidios mutuos en toda la zona.

Ni se le ocurra ir por carretera a Ngara. Hay muchos bandidos y guerrillas de hutus. Los bandidos asaltan los autobuses, apalean a los viajeros, les roban todo lo que tienen y se llevan algunas mujeres con ellos. N cruce por allí, ni tampoco por Burundi, en Burundi hay guerra, ¿OK, míster Martin?

Más allá del encanto de la aventura, sacas la conclusión de que queda mucho por hacer. Y el eterno dilema de si atajar las desigualdades con caridad o con justicia, por las buenas o por las malas.


Son las diez y media y el barco se aleja de Bolobo. Salgo a cubierta. El poblado maldito se va quedando atrás, hundido entre la selva, con los juncos de la orilla agitados por el viento feo de la mañana. Quiero guardar en mi memoria la imagen de este lugar perverso (...) Mis ideas contra la pena de muerte chocan con mis sentimientos de hoy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un lujo poder vivir vagabundeando, por áfrica, por américa, por oceanía, por europa, por españa, aunque el trabajo sea la literatura que no te ata a una mesa en concreto, ni a una pareja. Ya no son los viajes científicos de Darwin, ni los antropológicos de Malinowski, ni los de Alejo Carpentier, en "El amor a la ciudad", ni los de Juan Goytisolo en "Campos de Níjar", ni siquiera el "Viaje a la Alcarria" de Camilo José Cela. Hay un género periodístico de viajes de entretenimiento, del que National Geographic es buen referente. Podemos conocer la cultura y las costumbres de Samoa y desconocer las tradiciones asturianas, con su mitología, con su gastronomía, con su geografía, con su litoral, con sus montañas. Muchos periodistas se comprometen hasta entregar su vida con sus testimonios en zonas de conflicto. Y cada día tenemos los conflictos más próximos. Y no aprendemos en experiencia ajena. Los misioneros abnegados siempre son admirables y un buen referente es la Madre Teresa de Calcuta. Las Obras Misionales Pontificias llegan a todo el mundo, con más de 14.000 protagonismos anónimos. El relato de sus viajes no llegan a ser Best Seller, pero tienen fuerza para conmover la filantropía, la solidaridad. No se puede denostar al cuerpo de religiosos consagrados con la humanidad, porque unos cuantos religiosos reprimidos quieran aprovecharse de la ocasión y caigan en la pederastia o se tiren a la mujer del vecino porque el vecino la tiene desatendida. Otros, que no son de la conferencia episcopal, ni religiosos siquiera, sí hacen perder toda la confianza en los semejantes y sobretodo si son los que administran sus tributos, con una clara tendencia al enriquecimiento personal. No dejan de ser luchas tan despiadadas como las narradas entre los hutus y los tutsis, pero más incruentas, aunque algunos, en sus reivindicaciones lleguen al terrorismo indiscriminado. Muchas veces fallan entre las personalidades los más elementales principios de convivencia. Será que no han tenido una madre que se los haya sabido inculcar, porque lo que se aprende con las babas, no se olvida con las barbas