2012/12/18

PROTOCOLO Y CONTINUIDAD

Asistes en la iglesia de Pola de Lena al funeral oficiado por el alma de Luisa, antigua vecina de Puente de los Fierros. Es imposible olvidarla, por muchos motivos, por  ejemplo porque como mareas los ficheros de fotos en tu ordenador, cada dos por tres aparece en pantalla alguna foto tuya con aquel jersey de rombos marrones y blancos que ella tejió.

Aparte de tejedora, Luisa fue muchas cosas que desconocías, por lo visto catequista durante algún tiempo. Al hilo de esa  circunstancia el párroco diseñó una ceremonia con un toque original. Para controlar los tiempos, preparó una introducción tan extensa que parecía que sustituiría a la homilía.

En realidad estaba mmidiendo los minutos para que cuando llegara la hora de la homilía asomaran por la iglesia unos párvulos que tú bien pensaste que iban a ver el nacimiento de enormes figuras colocado a lo largo de un pasillo lateral. Sin embargo, cuando acabaron de concentrarse en la cabecera del pasillo, el cura se dirigió a ellos para explicarles que el funeral que se estaba celebrando era por una antigua catequista, que no lo había sido del antiguo párroco, el mítico y recordado Don Leoncio, sino de la Iglesia. Rezaron un extemporáneo Padrenuestro, salieron y el párroco continuó.

No sabes de qué más habló porque tú comenzaste a meditar sobre el significado y la trascendencia del protocolo y de la ruptura del protocolo. El rey Juan Carlos, con sus famosas salidas, se granjeó la simpatía de muchos ciudadanos. Son improvisaciones, o no tanto, que ayudan a conservar una institución en la medida en la que impulsan una evolución que impide el anquilosamiento.

Rompiendo el protocolo litúrgico, el cura mandó un mensaje sobre la continuidad de la Iglesia como institución. O eso quisiste entender.

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